Por Lourdes Pérez Navarro
Periodista de la Redacción Ciencia y Técnica
La Organización Mundial de la Salud define este fenómeno como cualquier forma de abuso o desatención que afecte a un menor de 18 años.
Abarca todo tipo de maltrato físico o afectivo, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otra índole que vaya o pueda ir en perjuicio de la salud, el desarrollo o la dignidad del menor, o poner en peligro su supervivencia en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.
Estudios internacionales dan cuentan de que casi tres de cada cuatro niños de entre dos y cuatro años sufren con regularidad castigos corporales o violencia psicológica de la mano de padres o cuidadores, y que una de cada cinco mujeres y uno de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en la infancia.
Se calcula que cada año mueren por homicidio 40 mil 150 menores de 18 años, algunos de ellos, probablemente, a resultas de malos tratos.
Según expertos, tal cifra subestima la verdadera magnitud del problema, pues una importante proporción de los decesos debido al maltrato infantil es atribuida erróneamente a caídas, quemaduras, ahogamiento u otras causas.
Destacan que en situaciones de conflicto armado o en asentamientos de refugiados, las niñas están especialmente expuestas a la violencia, la explotación y los abusos sexuales por parte de combatientes, fuerzas de seguridad, miembros de su propia comunidad o trabajadores de asistencia humanitaria, entre otros.
Aunque se trata de una problemática de alcance global, la violencia contra la infancia está particularmente extendida en las Américas y adopta diferentes formas, todas ellas inaceptables.
Un informe de la Organización Panamericana de la Salud de 2020 destaca que las Américas tienen la mayor tasa de homicidio infantil del mundo. Estima, asimismo, que en ese calendario el 58 por ciento de los menores en América Latina y el 61 por ciento en América del Norte sufrieron abuso físico, sexual o emocional.
CONSECUENCIAS DE POR VIDA
El maltrato infantil trae consigo graves consecuencias físicas, sexuales y psicológicas que se arrastran toda la vida, entre ellas lesiones (traumatismos craneoencefálicos y discapacidades, especialmente en niños pequeños), estrés postraumático, ansiedad, depresión e infecciones de transmisión sexual, entre ellas el VIH.
Las adolescentes pueden sufrir además otros problemas de salud, como trastornos ginecológicos o embarazos no deseados.
El maltrato infantil puede mermar el rendimiento cognitivo y académico y guarda estrecha relación con el abuso de alcohol, el uso indebido de drogas y el tabaquismo, que son importantísimos factores de riesgo de enfermedades no transmisibles como las dolencias cardiovasculares o el cáncer.
También es causa de estrés, asociado a su vez con alteraciones del desarrollo temprano del cerebro.
En condiciones de estrés extremo, el desarrollo de los sistemas nervioso e inmunológico puede verse perjudicado, por lo cual un adulto que haya sufrido maltrato en la infancia presenta mayor riesgo de sufrir problemas físicos y psicológicos o de comportamiento.
La violencia ejercida contra los niños también contribuye a las desigualdades en la educación, pues quienes sufren tales agravios tienen un 13 por ciento más de probabilidades de no acabar la escolaridad.
A esto se añaden los efectos económicos, en particular los costos de hospitalización y de tratamiento psicológico, así como de los servicios de protección de menores y de la atención de salud de larga duración.
RESPUESTA MULTISECTORIAL
Los expertos aseguran que la violencia contra la niñez se puede prevenir, lo cual requiere un enfoque multisectorial que aborde los determinantes sociales.
En ello el sector de la salud desempeña un papel fundamental, que incluye ayudar a identificar el abuso en etapas muy tempranas, brindar a los sobrevivientes el tratamiento y el apoyo necesario, y derivar a los menores a servicios esenciales, en otros sectores.
Las OMS y la OPS diseñaron y publicaron un manual clínico para profesionales de la salud que detalla cómo reconocer y responder al maltrato infantil, priorizando siempre el principio del interés superior del niño, niña o adolescente.
El texto se basa en la experiencia de muchas personas de todo el mundo que se dedican a prevenir este fenómeno y a responder ante él.
Está destinado principalmente a los prestadores de atención de salud de primera línea que probablemente atiendan a infantes en su práctica diaria: médicos generales, personal de enfermería y de partería, ginecólogos, pediatras, profesionales de la salud mental, de respuesta inicial y de atención de emergencia.
Igualmente puede ser útil para otros especialistas como asistentes sociales, personas que trabajan en instituciones de bienestar social, que prestan apoyo psicosocial o para quienes laboran en guarderías y en el sistema educativo.
Además, apuntan los expertos, el contenido beneficiará la labor de los encargados de formular políticas y los administradores para que faciliten y apoyen la prestación de atención clínica a los menores que sufren, o han sufrido, maltrato infantil.
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