La fístula obstétrica es una lesión muy grave consistente en un orificio entre el canal del parto y la vejiga o el recto, causado por un alumbramiento prolongado y obstruido sin acceso a un tratamiento médico oportuno y de calidad.
Deja a las mujeres y niñas con pérdidas de orina, heces o ambas, y a menudo provoca problemas médicos crónicos, infecciones, infertilidad, depresión, aislamiento social y agravamiento de la pobreza.
Según datos oficiales, el 90 por ciento de los embarazos con fístula acaban en muerte fetal.
Se calcula que para medio millón de mujeres y niñas del África subsahariana, Asia, la región de los Estados Árabes y América Latina y el Caribe, el parto duró demasiado, lo que tuvo consecuencias devastadoras.
Para erradicarla, el Fondo promueve el acceso a tiempo a atención neonatal de calidad, la asistencia de profesionales con conocimientos de partería y el acceso universal a métodos anticonceptivos, además de un tratamiento integral que incluya reparación quirúrgica, reintegración social y la rehabilitación.
El mensaje llega en ocasión de celebrarse este martes el Día Internacional para la Erradicación de la Fístula Obstétrica, que en 2023 tiene como lema «20 años después: ¡avances pero no suficientes! Actúa ahora para acabar con la fístula en 2030».
El organismo recuerda que es fundamental redoblar los esfuerzos para reducir las lesiones y discapacidades maternas y denuncia que los sistemas sanitarios y las comunidades no están haciendo lo suficiente para acabar con este problema.
La discriminación de género y la marginación social crean riesgos adicionales, lo que hace que la fístula se dé de forma desproporcionada entre las mujeres y niñas empobrecidas, desatendidas y marginadas.
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