Una nueva investigación describe una narrativa amplia que comienza con señales químicas producidas en el cerebro y termina con células inmunitarias en el intestino, una secuencia que significa problemas para las personas con estas afecciones.
El trabajo ayuda a explicar cómo el estrés crónico puede desencadenar malestar físico e implica que controlar sus niveles podría tener una profunda influencia sobre la efectividad de los tratamientos para la enfermedad inflamatoria intestinal (EII).
En opinión del microbiólogo Christoph Thaiss, coautor del estudio, esa idea va en contra del tratamiento médico convencional, que ha desatendido por completo el estado psicológico de un paciente como un factor importante de la respuesta al tratamiento.
El dolor abdominal, la diarrea y la fatiga son solo algunos de los síntomas que experimentan las personas con EII.
Los dos tipos principales de EII, la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn, son leves en algunas personas pero, en otras, pueden ser debilitantes o incluso mortales.
Los eventos estresantes, como perder el trabajo o romper con una pareja, a menudo preceden a los brotes de esta enfermedad.
La capacidad del cerebro para impulsar la inflamación en órganos remotos parece ser mucho más fuerte de lo que se pensaba antes, dijo Thaiss, lo cual sugiere que los medicamentos para la EII, en combinación con técnicas de manejo del estrés, podrían ser más efectivos que los medicamentos solos.
Los expertos también creen que el estrés aumenta las enfermedades inflamatorias de la piel y los pulmones, posiblemente a través de vías de señalización similares.
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