Su majestuosidad y mística hacen de este tepuy —meseta con paredes verticales o conocidas también como montañas tabulares, del período precámbrico— un lugar seductor por ser, como dicen algunos, “un pedacito de cielo en la tierra”.
Entre sus muchas particularidades, su cima de dos mil 810 metros sobre el nivel del mar se encuentra entre República Bolivariana (80 por ciento), Guyana (15) y Brasil (5).
Otra de sus singularidades es que de los tres territorios donde está enclavado nacen ríos que,después de confluir con otros, desembocan en corrientes fluviales de renombre como el Orinoco, en el caso venezolano; el Amazonas, en la parte brasileña, y el Esequibo, en el sector guyanés.
Este accidente geográfico está situado en el sureste de Venezuela, en el Parque Nacional Canaima, y su nombre responde al vocablo indígena roraima, que significa la “madre de todas las aguas”.
De acuerdo con la tradición, para estos aborígenes el monte no era más que un gigantesco árbol cortado y por eso su meseta conforma una planicie de 31 kilómetros cuadros.
Según fuentes históricas, fue el explorador inglés sir Walter Raleigh (1552-1618) el primero en describir la enorme montaña en 1596, aunque se dice que fue otro británico, sir Everard ImThurn (1832-1932), el primero en llegar a su cima en 1884.
Convertido en Patrimonio Natural desde junio de 1989, el monte Roraima ha inspirado la literatura y el llamado séptimo arte con libros como El mundo perdido en 1912, del escritor británico Arthur Conan Doyle, y las películas Up (2009) y La distancia más larga (2013).
(Tomado de Orbe)