Se estima que por esa cantidad al menos 10 mil tiburones de las especies Azul (Prionace glauca) y Anequín, también conocido como Mako, fueron asesinados.
De acuerdo con un comunicado del Ibama, la confiscación puede ser considerada la mayor registrada en el mundo, al estimar que fue realizada en el lugar donde los animales fueron capturados.
La mayor parte de la carga fue encontrada en una única empresa exportadora del sureño estado de Santa Catarina, que poseía 27,6 toneladas de aletas.
El resto fue descubierto en una compañía inspeccionada por los fiscales en el aeropuerto de Guarulhos, en Sao Paulo.
La pesca dirigida a los tiburones no está permitida en Brasil.
Según el órgano ambiental, las embarcaciones «se valían de licencias de captura de otras especies de peces y actuaban con índices superiores al 80 por ciento de la carga permitida».
A partir de minuciosos análisis de los orígenes de estas aletas, en particular de su captura, se constató varias irregularidades cometidas por los buques, que van desde la captura con ausencia de licencia para esa modalidad de pesca, indica el instituto.
Las aletas de tiburón son un producto muy apreciado por el mercado asiático, utilizado en la preparación de sopas, por ejemplo.
Un kilo de esas membranas puede costar hasta mil dólares en los mercados de Asia oriental, según la organización no gubernamental Wildlife Conservation Society.
Con su centro en Hong Kong, el tráfico ilegal mueve unos 500 millones de dólares al año.
El Ibama advierte que la captura indiscriminada e irregular provocó la reducción de las poblaciones de tiburones en todo el mundo y colocó a varias especies en peligro de extinción, como el Anequim, que desde el 22 de mayo entró en la lista de especies amenazadas rumbo al ocaso total.
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