El número de muertes, tres mil, desde el inicio del conflicto el pasado 15 de abril entre el presidente del Consejo Soberano de Transición (CST), general Abdel Fattah al Burhan, y el jefe de la Milicia de Apoyo Rápido (RSF, inglés), Mohamed Hamdan Dagalo, palidece ante la cantidad de heridos, seis mil.
Ambas cantidades son aceptadas con carácter provisorio, pues se teme que sean mayores.
Pero la estadística más sobrecogedoras es la de tres millones 100 mil personas expulsadas de sus hogares, de los cuales 700 mil huyeron a países vecinos mientras dos millones 400 mil están en campos de refugiados dentro de Sudán, según la Organización Internacional de las Migraciones.
Todo ello en un verano con temperaturas de 40 grados o cercanas, sin agua potable ni víveres sobre el telón de fondo de los bombardeos aéreos y artilleros, el avance de blindados y el fuego de fusilería de las fuerzas leales a ambos hombres enzarzados en una pugna por el poder sin salida a la vista.
Los temores de una guerra civil están basados en la incorporación de varias fuerzas tribales tanto a las RSF, como a las tropas del Ejército, leales al CST y la extensión de los combates a otras provincias, a saber Darfur, Nilo Azul, Darfur y Kordofán del Sur.
La víspera el general al Burhan mantuvo cerradas las puertas a negociaciones con Hamdan Dagalo
El rechazo del presidente del CST está basado en su oposición a la presencia de Kenya en el grupo conciliador creado por la Autoridad Intergubernamental para el Desarrollo, integrado además por Sudán del Sur, Djibouti y Etiopía.
El general al Burhan considera que el presidente keniano, William Ruto, es favorable a su contrincante.
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