«Brasil intentará siempre la paz, un camino para encontrar una solución», señaló Lula en un primer encuentro con corresponsales extranjeros acreditados en el gigante sudamericano después de asumir el poder el 1 de enero.
Precisó que la guerra no es la solución, sino la paz y después la reconstrucción. Insistió en que su país intenta construir una propuesta pacífica, cuando las partes adversarias estén en condiciones de negociar el término del enfrentamiento bélico.
En tal sentido dejó entrever que los presidentes Vladimir Putin, de Rusia, y Volodymyr Zelenskiy, de Ucrania, aún no están dispuestos a un arreglo para la anhelada paz.
Abogó para que esa guerra, que debió ser evitada, sea discutida por las Naciones Unidas, organismo que considera debilitado para frenar problemas globales.
Dijo no entender como miembros del Consejo de Seguridad de la ONU participan en guerras.
Interrogado por el banco del grupo Brics, bloque integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, respondió que debía ser más generoso que el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Refirió que el Nuevo Banco de Desarrollo del mecanismo es para socorrer al desarrollo de las naciones pobres y llamó a reeducar a la financiera.
Lula estuvo de acuerdo en que Arabia Saudita se incorpore al bloque porque, repitió, «queremos un Brics fuerte para ayudar a países».
Sobre la desigualdad imperante en el mundo, el exsindicalista recordó que se gasta más en armamentos, mientras que millones de personas pasan hambre y niños no pueden tener acceso al menos a un vaso de leche cada día.
«Estoy contra todo tipo de desigualdad», apuntó el exdirigente obrero, quien prometió que esa posición lo acompañará en sus próximos discursos en cualquier tribuna.
Inquirido por la difícil situación económica en Argentina y las próximas elecciones, Lula detalló que prefiere el silencio respecto a las justas comiciales, aunque demandó que gane la democracia.
Una vez más señaló que quiere ayudar a Buenos Aires porque «Brasil no quiere crecer solo en la región» y el FMI no debe ser una espada que pende sobre la cabeza de Argentina, el tercer mayor socio comercial de su país en el mundo, detrás solo de China y Estados Unidos.
En Sudamérica, es el principal, pero enfrenta una grave crisis económica, con devaluación de la moneda local, pérdida del poder adquisitivo y altos índices inflacionarios.
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