Así lo afirmó el antropólogo y político Mario Sosa, a quien llegó la figura del estadista por primera vez en el marco del movimiento estudiantil de la Universidad de San Carlos en la década de 1990.
Era lógico en ese momento, Fidel representaba un referente de todos los movimientos populares, revolucionarios, en América Latina y en particular en este país, contó el también catedrático.
Por un lado, era un símbolo ético, de compromiso con las causas populares, de los pueblos en sus luchas de liberación, que se libraban y continúan a lo largo de nuestro planeta, remarcó el miembro del colectivo local de solidaridad con Cuba Manuel Galich.
Además, “político porque indudablemente era una guía de cómo impulsar procesos revolucionarios en nuestros territorios de lucha contra el imperialismo, las oligarquías y las burguesías locales”, subrayó.
Un referente de combate contra todo tipo de injusticias, era indudablemente asimismo un ícono ideológico, a partir por supuesto de sus múltiples escritos, interpretaciones ajustadas a la realidad objetiva, aseveró.
«Sigo conociendo a Fidel en cada lucha que libra el pueblo antillano, en cada acto de solidaridad que nos lega la revolución de la isla caribeña y que se hace cada día realidad», reafirmó Sosa.
Ejemplificó con la presencia del ejército de batas blancas que atienden a miles y miles de guatemaltecos, a los más desposeídos, a los que se encuentran marginados del sistema de salud oficial y por supuesto también del privado, enfatizó.
Una Guatemala devastada por el huracán Mitch convocó en 1998 a los primeros médicos cubanos, quienes abrieron el camino de una colaboración ininterrumpida casi 25 años después en comunidades intrincadas, pobres y necesitadas.
La brigada de profesionales de la salud de la isla caribeña recibió aquí múltiples reconocimientos por el trabajo realizado, el más grande, el reconocimiento cada día del pueblo guatemalteco.
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