El presidente Joe Biden no oculta su apego al continuo apuntalamiento a Kiev y lo reitera cada vez que la oportunidad se lo permite, como hizo en una reciente conversación con su par ucraniano, Vladimir Zelensky, a propósito del 24 de agosto, fecha que hace 32 años atrás se desgajaron de la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
En la llamada para celebrar lo que en Ucrania toman como su Día de la Independencia, Biden ratificó que apoyará a Kiev “el tiempo que haga falta”.
El entrenamiento de pilotos ucranianos en el manejo de cazabombarderos F-16 de fabricación estadounidense se realizará en la base Morris de la Guardia Nacional en Tucson (Arizona), y antes en la aérea de Lackland en San Antonio (Texas), donde recibirán clases de inglés.
Aunque el portavoz del Pentágono, el general de brigada Pat Ryder, opinó que pasarían años antes de que los pilotos ucranianos pudieran volar aviones de combate avanzados.
Críticos de la postura de Washington y de Occidente en general sostienen que Estados Unidos está llevando la crisis ucraniana al borde de una guerra nuclear al entregar los F-16 a Ucrania.
En julio, en el contexto de la Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), celebrada en Vilna, capital de Lituania, Biden y los líderes del G-7 expresaron en una declaración conjunta su apoyo militar a largo plazo a Ucrania.
Según el compromiso que dio a conocer el mandatario estadounidense, el propósito es proporcionarle a ese país una “defensa fuerte y capaz por tierra, mar y aire” y vaticinó que ese respaldo “durará mucho en el futuro”.
Rusia ha denunciado las maniobras de extender la OTAN hacia el este, así como la intención de propiciar el ingreso de Ucrania en el grupo, lo que a juicio del Kremlin agravaría el conflicto.
Para lograr los objetivos de su política exterior, desde 2014 el parlamento ucraniano enmendó varias leyes y proclamó el interés de unirse a la OTAN y a la Unión Europea.
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