Con habilidad y maestría, el artista conquistó la fama al interpretar al Hombre sin nombre en los spaghetti western conocidos como Trilogía del dólar: Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965), y El bueno, el feo y el malo (1966).
A estos triunfos se sumaron la película Harry el sucio y sus secuelas durante las décadas de 1970 y 1980, en el rol de Harry Callahan, personaje que, junto a otros, lo encumbraron en el universo cinematográfico.
Anteriormente, Eastwood debutó en títulos relacionados con la serie La mula Francis, en tantosu primera actuación llegó de la mano de Francis Joins The WACS (1954), a la que continuaron algunos compromisos para la televisión.
Su carrera tras cámaras ganó poco a poco la consideración de la crítica por el clásico enfoque de la realización y la capacidad para manejar la acción de forma fluida. Comenzó con Escalofrío en la noche (1971) y, desde mediados de los ochenta, producciones siguientes demostraron su mérito como cineasta. Acompañado por un admirable talento, dirigió y protagonizó El jinete pálido (1985), mientras su filme Bird obtuvo en 1988 un gran éxito internacional y acrecentó el respeto de la opinión especializada.
Por su trabajo en Unforgiven (1992) y en Million Dollar Baby (2004) fue premiado con el Óscar al mejor director y a la mejor película.
Otras, como Thunderbolt and Lightfoot (1974), The Outlaw Josey Wales (1976), Escape from Alcatraz (1979), Tightrope (1984), Heartbreak Ridge (1986), En la línea de fuego (1993), Los puentes de Madison (1995) y Gran Torino (2008), también fueron éxitos rotundos.
Especialmente aclamado por la crítica en Francia, Eastwood conquistó los más altos lauros de esa nación, entre ellos, la Orden de las Artes y las Letras, y la Legión de Honor. Además, en el Festival Internacional de Cine de Venecia, Italia, le fue otorgado el León de Oro a toda su carrera.
Aquel 31 de mayo de 1930 el mundo se complacía en recibir a un hombre con virtud de triunfador e imparables hazañas, de esos que nacen para deslumbrar y mueren legando una huella que ni el tiempo puede borrar.
(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)