La única mujer de los seis que candidatearon durante 70 días para ganar la posición de jefe de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación -nombre del plan de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador-, y al mismo tiempo candidata a las presidenciales del 2 de junio de 2024, competirá con otra de igual sexo, Xóchitl Gálvez, de quien la separa preparación cultural y educativa y experiencia política.
Su tarea es sumamente dura y compleja, pues tendrá menos de nueve meses para demostrar que su adversaria está por debajo de ella en todos los niveles de comparación, pero respaldada en cambio por una poderosa oligarquía y expresidentes de muchos recursos y de una no despreciable habilidad política de los tres partidos que la escogieron como candidata.
Los sucesos de ayer en los que el excanciller Marcelo Ebrard rompió reglas establecidas y respetadas por los seis colegas en pugna, al denunciar como graves irregularidades que no alteraban en lo absoluto el fondo de la elección popular, pusieron de relieve lo que siempre se dijo de que en la coalición Juntos Hacemos Historia había fracturas y era necesario sellarlas como a las azoteas con grietas.
Las denuncias de Ebrard no prosperaron, y lejos de negociar y ajustarse a los compromisos colectivos, pidió una imposible segunda encuesta “reparadora” de la que acababa de concluir, solo porque 14 por ciento de las urnas, según sus cifras, fueron no tomadas en cuenta por fallas, y había que invalidarlas todas.
Tal pérdida de perspectiva, según algunos, afloró cuando su equipo presumía que quedaría lejos de Claudia en un conteo final a pesar de que en ese momento no se había iniciado el conteo pero sí el examen meticuloso de cada una de las boletas.
Al margen de ese incidente, el pronóstico de la gente se cumplió, pues la mayoría de las personas, según las encuestas más creíbles, la dieron siempre ganadora desde que sonó el disparo de arrancada en una pista muy ideológica, porque también se disputaba un tema latente en este país, que es la igualdad de género.
Su elección, y no la de Marcelo, Adán Augusto López o Ricardo Monreal, puso en esa nueva perspectiva de género a un México todavía con muchos rescoldos de machismo y discriminación por sexo, al enfrentar por la presidencia de una República de 127 millones de habitantes que es hoy una de las economías más importantes y estables del continente, a dos mujeres muy dispares en su forma de pensar, actuar y expresarse.
Xóchitl aparenta ser popular y carismática, pero no lo logra a pesar del gran dineral que sostiene su costosa campaña, pues no puede dejar atrás lo que más le perjudica: el pasado terrible de discriminación, desigualdad y corrupción de sus auspiciadores, es decir, quienes estancaron económicamente a México y lo llevaban a la ruina, como Salinas, Fox, Calderón y Enrique Peña Nieto.
En cambio, a Claudia la ven como una persona leal a la Cuarta Transformación, el programa que en solo cinco años bajó en 10 por ciento la pobreza ancestral en México, y tiene perspectiva de colocarse en el tablero mundial como una de las sociedades más prósperas de este siglo.
Por eso los retos para ambas son muy duros. La primera, Xóchitl, tiene que demostrar su capacidad de estadista que no acaba de brotar, su conocimiento para manejar por sí misma, sin bastones en que apoyarse, a un país muy complejo tanto en sus relaciones internas como externas, y quitarse de encima algo casi imposible: a tres partidos políticos desacreditados y con una profunda crisis de liderazgo.
La segunda, Claudia, la de restablecer la unidad y los equilibrios en un partido que todavía está en formación y con grandes fracturas que hay que sellar lo más rápidamente posible para evitar un fracaso de Morena si las ambiciones personales se imponen.
El día 10, después que regrese de su gira por Colombia y Chile, el presidente López Obrador entregará a Claudia el bastón de mando de la 4T.
Comenzará en ese momento una nueva era precisamente en septiembre, mes de la patria, en el que se celebran fechas de trascendencia histórica como la independencia de la Nueva España tras el Grito de Dolores, el Día de la Bandera, y de la Revolución Mexicana.
Quizás en un futuro también se incluya en este mes el hecho de que, por vez primera en los anales políticos del país, dos mujeres se disputaron la presidencia del México insurgente moderno.
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