El parte oficial más reciente, emitido a las 16:00, hora local, cifra en dos mil 122 el número de muertos y en dos mil 421 el de heridos, muchos de ellos en estado crítico por las lesiones sufridas en colapsos de viviendas y otras vicisitudes sufridas a causa de la sacudida telúrica.
La letalidad provocada por la catástrofe puede medirse en el hecho de que el número de víctimas fatales es casi el mismo que el de lesionados.
Desde la víspera, los rescatistas comenzaron a centrar sus afanes en las localidades montañosas meridionales de este país magrebí, a las cuales es más difícil llegar y transportar auxilio, sin abandonarlos en Marrakesh, principal polo turístico marroquí, y otras localidades sacudidas por el seísmo.
El fenómeno telúrico tuvo una fuerza de 6,8 grados en la escala de Richter y el epicentro fue localizado en Ighil, ciudad rural enclavada a unos 60 kilómetros al suroeste de esta capital, donde el rey Mohammed VI decretó tres días de luto en honor de las víctimas del terremoto.
La magnitud de la catástrofe activó un movimiento planetario de solidaridad que abarcó países de todos los continentes, mientras Argelia, vecino de Marruecos con cuyas autoridades tienen abismales diferencias políticas que desembocaron en la ruptura de relaciones, suspendió las restricciones al paso de ayuda.
La memoria más próxima de una tragedia similar en esta nación del norte de África data de hace 63 años, una distancia que permitía relegarlo al olvido y de la cual quedan pocos testigos vivos.
EL 1960 fue un año bisiesto y el día 29 de febrero, fecha que solo aparece en los calendarios cada lustro, un seísmo de 5,7 en la escala de Richter de 10 grados estremeció en sus cimientos y destruyó la ciudad de Agadir y llevó a la tumba a unas 15 mil personas.
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