En entrevista con Prensa Latina, la Historiadora de Sancti Spíritus reconoció que fue uno de los más cercanos colaboradores del Héroe Nacional durante los preparativos de la Guerra Necesaria, nombre dado por Martí a la lucha contra los españoles, iniciada el 24 de febrero de 1895.
El símbolo patriótico de la central provincia cubana nació el 2 de julio de 1846 en el seno de una familia acomodada, compuesta por José Joaquín Sánchez e Isabel María de Valdivia e integrada por 22 hijos, de los cuales sobrevivieron 10.
La heroica mambisa supo inculcar a sus hijos las ideas independentistas, brillando también en la contienda el general José Joaquín, Tello, el coronel Raimundo, el capitán Plácido, el teniente Elías y el subteniente Esteban, además de sus hijas Julia América, Domitila y Josefa.
Esa familia, citó la ilustrada, sobresalió igual que la de Antonio Maceo y Grajales en el oriente de la isla, en las luchas independentistas (1868-1898), educaron a sus hijos con moralidad, honestidad y amor patrio, además de predicar con el ejemplo personal. El primer encuentro entre Serafín Sánchez y el Apóstol de la Independencia aconteció en Nueva York, Estados Unidos, en julio de 1891, destacó.
Ese amor por la patria y la amistad hasta la muerte de ambos fue reflejado por el más universal de los cubanos en una de sus cartas: «Tiene (Serafín) de columna hasta la estatura, y le reclama que le escriba todos los días, pues se acostumbró a tenerlo y lo extraña, lo coloca en su imaginación a la diestra», agregó Jiménez.
Junto a su machete y arma de combate siempre estuvo su vocación de enseñar a leer y escribir a su tropa, campesinos y esclavos que se unieron a las filas insurgentes como el libertario africano Quirino Amézaga, quien lo acompaña en las acciones más notables, subrayó.
Mantuvo desde la silla de su cabalgadura su condición de escritor, periodista y bardo, cuyas creaciones recoge Héroes Humildes (colección de ensayos bibliográficos) y Poetas de la Guerra (compilación de obras en prosa, escrito por los mambises).
Al escribir el prólogo de Poetas de la Guerra, Jose Martí aseguró que es un libro para meditar; la poesía de la guerra fue amar y reír. El hombre es superior a la palabra, destacó la historiadora.
Los estudiosos del Apóstol cubano refieren que la guerra tenía para Martí su belleza, pues no ha quedado perdida la memoria de aquellos tiempos ilustres, en su naturaleza humana.
Jiménez subrayó que Serafín Sánchez fue el insigne cubano, a quien todos los espirituanos y Cuba honran hoy, por su actividad en la emigración, en la expedición del vapor José Martí que desembarcó por Tunas de Zaza el 24 de julio de 1895, por su probado valor en la invasión con los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo (…) amén de su labor como maestro y literato.
El Mayor General de las tres guerras de independencia murió en combate contra los españoles en el Paso de Las Damas, el 18 de noviembre de 1896, cerca del río Zaza, municipio espirituano de Taguasco, sitio declarado Monumento Nacional.
Testimonios de sus combatientes hicieron trascender sus últimas palabras al ser atravesado por una bala del hombro derecho al izquierdo: ¡Me han matado, no es nada!; ¡Siga la Marcha!.
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