Considerados los felinos más grandes de América y los terceros del mundo, detrás de los tigres y leones, gracias a las labores de conservación, a cierto entendimiento de las amenazas a su sobrevivencia y a la Covid-19, sus avistamientos tienen mayor frecuencia.
También presencia maravillosa en las redes sociales, donde las imágenes exponen detalles como el paso de una jaguar hembra acompañada de sus crías, visión única de la vida familiar de elementos cruciales en el equilibrio ecológico de la región.
El conservacionista del Petén y factor clave en los avances logrados Francisco Asturias, enfatiza en la necesidad de comprender que si se pierde la Reserva de la Biosfera Maya, nuestra descendencia vivirá en un mundo muerto.
La selva petenera, su biodiversidad única y paisajes espectaculares, alberga asimismo pumas, diversas especies de aves (guacamayas, loros, pericos y cotorras), jabalíes y tapir, el mamífero nativo terrestre de mayor talla de Centroamérica.
El jaguar, sin embargo, “Báalam” en la tradición maya, constituye un símbolo desde tiempos ancestrales, de poder, se asociaba con la muerte, las prácticas chamánicas, el cielo nocturno, el inframundo, pero igualmente con la agricultura y la fertilidad.
Las estimaciones oficiales indican que en Guatemala la distribución actual de los jaguares abarca el 58 por ciento del territorio, y de ésta el 47,2 por ciento se encuentra en área protegida, con alrededor de 400 ejemplares.
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