Alrededor del 80 por ciento de la fuerza labores sudanesa libra el sustento en el trabajo de la tierra, generador del 40 por ciento del Producto Interno Bruto, vital para la subsistencia del país desde la constitución de la República de Sudán del Sur en cuyo territorio quedaron los yacimientos de petróleo.
La sabiduría universal asegura que los mejores dátiles levantinos los produce Iraq y es probable que así sea, ya que la industria de ese país ha hecho un arte la producción de una extensa variedad de dulces a partir del fruto de la palma Phoenix, entre ellos la mezcla con almendras, ambrosía digna de dioses.
El amor iraquí por los dátiles los lleva a asegurar que el verdadero fruto prohibido ingerido por Adán y Eva fue un dátil y que el paraíso terrenal estaba en la confluencia de los ríos Tigris y Éufrátes, en el sur del país.
Tradiciones bíblicas aparte, los dátiles ocupan lugar primordial en la economía de Sudán, con el séptimo puesto mundial en la producción de ese fruto del cual generaba unas 460 mil toneladas anuales antes de que estallara la guerra entre los generales Abdel Fattah al Burhan y Mohamed Hamdan Dagalo.
El conflicto causó hasta hoy siete mil 500 muertos y más de cinco millones de desplazados internos y a países vecinos en condición de refugiados, acorde con estadísticas de entidades humanitarias y de la ONU.
Los datos de la FAO afirman que debido a los daños provocados a la agricultura por la conflagración gran parte de los seis millones de sudaneses que solían trabajar en el cultivo, cosecha y elaboración de la industria datilera quedarán sin empleo y engrosarán las largas filas de desplazados en busca de alimentos.
De momento es imposible saber cuántas personas encontrarán otras formas de subsistir y cuántas lograrán hacerlo; lo único concreto es que el hambre los amenaza y, con él, la muerte de los más desvalidos.
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