La IFR inició en 2013 como un plan de conectividad y construcción de infraestructuras dirigido, en un principio, a Asia Central.
Sin embargo, ha devenido plan estratégico para enlazar y aumentar la cooperación económica, financiera, cultural, científica, educacional y de otros tipos entre naciones de Asia, África y Europa, esencialmente.
La defensa del multilateralismo, la globalización y la creación de una superestructura financiera que la acompaña revisten mayor importancia frente al discurso proteccionista de Estados Unidos y luego de la debacle del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.
Durante la última década China potenció el vínculo con los mecanismos regionales e internacionales ya existentes para establecer los diálogos de cooperación sobre la Franja y la Ruta.
De hecho, esto le ha permitido alcanzar un alto grado de institucionalización a la iniciativa, que ya cuenta con el apoyo y aval de la ONU, el G20, la Asean (Asoaciación de Naciones del Sudeste Asiático), la Celac, entre otros mecanismos.
Sin embargo, en su relación con América Latina y el Caribe (ALC) ha primado la concreción de acuerdos en lo bilateral, entre China y el gobierno participante.
Como parte de su estrategia, Beijing priorizó los acuerdos que tienen que ver con el desarrollo de infraestructuras (construcción de ferrocarriles, carreteras, puertos, oleoductos y gaseoductos), para mejorar el sistema de transporte internacional y fortalecer las cadenas de distribución de hidrocarburos.
El hecho de que el gigante asiático haya incluido a ALC dentro de la iniciativa como una extensión natural de la Ruta Marítima de la Seda del siglo XXI fue celebrado por la mayor parte de las naciones latinoamericanas y los organismos regionales.
La IFR se traduce en oportunidades para la región de diversificar las exportaciones al importante mercado chino, las cuales se concentran en los recursos naturales.
Unos 20 países de América Latina y el Caribe firmaron memorandos de entendimiento para adherirse al megaproyecto, esto sería la antesala de otros acuerdos más concretos.
Más allá de la iniciativa, China está inmersa en otros proyectos de construcción de infraestructura en la región, la mayoría vinculada al sector energético y al diseño de corredores que mejorarían la conectividad.
De hecho, el amplio déficit en infraestructura convierten a ALC en un mercado potencial para las industrias chinas, sobre todo en la construcción de rutas, puentes, ferrocarriles, puertos y aeropuertos.
El registro del volumen comercial bilateral superó por primera vez en 2018 los 300 mil millones de dólares, hazaña que se repitió en los dos años siguientes.
Según datos oficiales, en este indicador incidieron varios factores como el establecimiento del Foro China-Celac, las inversiones chinas en diversos sectores, las exportaciones de recursos naturales, el proteccionismo de Estados Unidos que llevó a cuestionar acuerdos de Washington con países de la región y ello propició una mirada desde ALC hacia Asia.
En la actualidad, Beijing mantiene la premisa de una IFR inclusiva, sin condicionamientos políticos, con la premisa del beneficio mutuo y el multilateralismo.
Bajo estos principios se realiza el Tercer Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional, el cual evaluará los resultados de los tres mil proyectos de cooperación firmados entre 150 naciones miembros.
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