La obra narra detalles del crimen desde la óptica de un grupo de menores, injustamente involucrados en los sucesos que marcaron su vida para siempre.
Farías cuenta en el texto cómo el 5 de octubre de 1974, él y otros amigos jugaban fútbol en la citada calle, cuando vieron pasar a un grupo numeroso de automóviles con gente armada, quienes momentos después atacaron la vivienda donde estaba Enríquez y su esposa embarazada.
A pesar de que la pareja sólo estaba con dos compañeros más, el combate se extendió por tres horas y los represores utilizaron incluso una tanqueta para vencer la resistencia de los militantes del MIR.
Lo peor para el grupo de menores ocurrió después, cuando el jefe de la columna de la policía secreta de Augusto Pinochet, Miguel Krassnoff, dijo por televisión que ubicaron la vivienda porque los niños que jugaban en la calle se la señalaron.
En declaraciones a Prensa Latina, Hugo Farías comentó que los padres, tíos y otros familiares los enrostraron de haber hecho la delación, a pesar de sus reiteradas negativas.
Si bien después se comprobó judicialmente que Krassnoff mintió al respecto, lo más doloroso para ellos fue no haber tenido nunca una absolución de sus progenitores, quienes murieron con esa duda, dijo el autor.
Un día éramos niños, jugábamos a la pelota de una forma inocente y al siguiente nos convertimos en adultos, declaró Farías a esta agencia.
Durante la presentación del libro se leyó un mensaje enviado por Carmen Castillo, la viuda de Miguel Enríquez, donde agradeció al autor por ese testimonio que, afirmó, ilumina aquellos tiempos con una luz capaz de enfrentar el horror.
A través de recuerdos surgidos desde el dolor y la rabia de haber sido señalados como responsables de denunciar la casa donde vivíamos, cuestión ya determinada como falsa, hay en ese texto un relato íntimo y sincero de sentimientos infantiles, expresó.
Agregó Castillo que la manera de vivir en detalles y colores esos momentos enriquecieron su propia memoria sobre aquellos meses intensos en la casa de la calle Santa Fe, donde se libró un combate por la vida.
En el acto estuvieron presentes los embajadores de Siria, Irán y Honduras, diplomáticos de Cuba y Rusia y numerosas personalidades.
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