El hecho de determinar esa limitación, de la cual la Presidencia de México dio cuenta mediante redes sociales a los periodistas a última hora, da idea de la relevancia que líderes de Colombia, Venezuela, Cuba, Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, Haití, Panamá, Costa Rica y Ecuador, conceden al trascendente encuentro en esa hermosa localidad arqueológica del estado de Chiapas.
Palenque es precisamente uno de los lugares más cercanos a la posiblemente principal entrada de migrantes de Centroamérica, el Caribe y otras latitudes, para ingresar, tras recorrer el largo territorio mexicano, a su frontera norte y tratar de pasar a la otra orilla del río Bravo.
Los gobernantes de esos 12 países tienen en común al migrante, solo que algunos de ellos, como Colombia, Panamá y Costa Rica, no son emisores ni receptores, sino vías de tránsito, y México tiene esa triple condición -aunque el éxodo de mexicanos hacia el vecino país ha mermado mucho en este gobierno- lo cual complica su relación con este fenómeno social.
La tesis que manejan los anfitriones -y que discuten en estos momentos en Palenque- es que si se eliminan las causas que engendran el éxodo, este se acaba o, al menos, pierde su condición de obligado.
Si se logra ese objetivo -aunque todos admiten que es muy difícil- se daría el paso principal para que la emigración no sea más una necesidad, sino una opción, aunque otros van más allá, y estiman que lo mejor es que ni siquiera fuera eso, sino un gusto, pues mantenerlo como opcional es aceptar que siguen encendidos rescoldos de las causas que lo generan.
No obstante, admiten que es un enorme logro convertirlo en una opción, pero para ello se requiere mucho capital en inversiones para que las causas económicas y sociales que lo generan, sean abatidas.
La traba está en que nadie en el mundo desarrollado -e incluyen en ese análisis a Europa- aporta lo necesario para crear un clima de bienestar mediante la creación de empleo, salarios dignos, de oportunidades de desarrollo de todo tipo a los jóvenes, incluido el social y el ocio recreativo, para apartarlos del crimen organizado, la droga y la violencia.
Ante esa situación, y la acción muy insuficiente de Estados Unidos con el nuevo régimen de otorgamiento de visas, López Obrador convocó a Palenque en momentos en los cuales admitió un aumento de la arribazón de migrantes porque ese plan de Joe Biden no ha bajado el volumen de llegadas a México, que se calcula en unos 16 mil diarios, por la frontera sur con Guatemala.
Su idea es crear una suerte de asociación de buena vecindad entre los 12 países citados -de allí su nombre de “Por una vecindad fraterna y de bienestar”- que permita una estrecha colaboración dirigida a enfrentar, cambiar, transformar o abatir de conjunto, aquellas causas principales que puedan ser eliminadas con recursos propios, aunque reveló que en la Cumbre volverá a invitar a la Casa Blanca para que participe.
El plan ya está elaborado, solo que no se ha publicado, pero lo discutieron esta semana los ministros de cada uno de los 12 países quienes hoy entregan a sus líderes la propuesta, y eso explica en parte por qué la reunión es cerrada a los medios.
Seguramente habrá información, pero más bien del diagnóstico del mal y se reserve la fórmula de su antídoto hasta que las ideas y su ejecutividad fluyan y no queden en el papel o en la buena voluntad de los gobernantes.
Lo más importante es que se organizó la reunión, que participaron gobernantes de los 12 países protagonistas del éxodo, aunque no todos fueran representados por sus máximas figuras, y que se concreta de manera planificada la participación individual y colectiva para que cada cual ponga su grano de arena para frenar un grave problema cuyas raíces están en un sistema socioeconómico ajeno a sus voluntades.
mem/lma