Por Glenda Arcia
A cuatro décadas del fin de la última dictadura cívico-militar en este país (1976-1983) y en el Día Nacional por el Derecho a la Identidad, más de 26 millones de personas (77,7 por ciento) concurrieron a los colegios y el candidato por Unión por la Patria (UP), Sergio Massa, fue el más votado con un 36,7 por ciento de respaldo, según los resultados provisorios.
El actual ministro de Economía deberá enfrentar al líder de La Libertad Avanza (LLA), Javier Milei (30), en una segunda vuelta prevista para el 19 del mes próximo, en tanto la representante de Juntos por el Cambio (JxC), Patricia Bullrich, quedó fuera de la contienda con 23,8.
Por su parte, Juan Schiaretti, de Hacemos por Nuestro País, obtuvo 6,8, y la líder del Frente de Izquierda y de Trabajadores-Unidad, Myriam Bregman, 2,7.
Por coincidencias a veces inexplicables, los comicios tuvieron lugar el mismo día del cumpleaños de Milei, quien niega los delitos de lesa humanidad perpetrados por el régimen militar, y de Estela de Carlotto, titular de las Abuelas de Plaza de Mayo y símbolo de la lucha por la recuperación de los desaparecidos durante la dictadura y de cientos de niños arrebatados a sus familias.
Esa contraposición marcó la campaña desde sus inicios y continuará estando en el centro de los debates de las próximas semanas.
En un contexto influenciado por las consecuencias de la pandemia de la Covid-19, la deuda contraída por el expresidente Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la peor sequía de la historia reciente y los efectos de conflictos globales, los ciudadanos también acudieron a las urnas con la presión de una economía en crisis y rodeados de promesas que, en algunos casos, esconden bajo la bandera liberal doctrinas ultraderechistas y sumisas a Estados Unidos.
Milei y su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, negaron la existencia de 30 mil detenidos-desaparecidos por la dictadura; declararon sus intenciones de acabar con lo que denominan la casta política, en especial el peronismo; abogaron por la dolarización; y manifestaron sus intenciones de romper lazos con China, Rusia y Brasil, en una especie de juramento de lealtad a Washington.
Con un león y una motosierra como símbolos, el candidato de LLA difamó al papa Francisco, anunció que eliminará ministerios y establecerá un sistema de váuchers para la educación, desconoció la brecha de género y el cambio climático y expresó su respaldo a la libre venta de armas y de órganos, entre otras propuestas.
En algunas oportunidades Villarruel intentó suavizar esos pronunciamientos, pero su propio discurso y sus vínculos con dictadores y exmilitares juzgados por crímenes de lesa humanidad obtuvieron el mayor protagonismo.
Por su parte, Bullrich reiteró sus deseos de exterminar al kirchnerismo, defendió a gendarmes implicados en el asesinato del joven Santiago Maldonado (1989-2017), apoyó la represión del pueblo de Jujuy por el gobernador Gerardo Morales, y manifestó su intención de acabar con las protestas y los sindicatos mediante la imposición de una mano dura.
Sin embargo, esa postura no le alcanzó para entrar al balotaje y, como mala perdedora, asumió la derrota con la promesa de hacer lo posible para eliminar al peronismo.
Tras una victoria impulsada por el excelente desempeño de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires, donde resultó reelecto como gobernador con 44,9 por ciento, Massa prometió ser el presidente del trabajo y la seguridad y convocar a un gobierno de unidad nacional.
Asimismo, reconoció el esfuerzo de los peronistas y simpatizantes: “Me tocó ser la cara, pero en la fuerza, la voluntad y el compromiso de ustedes estuvo la energía que nos permitió crecer casi 15 puntos desde las elecciones primarias”.
Agradezco a los más de ocho millones de ciudadanos que depositaron su esperanza en nosotros. Argentina vive una situación compleja y, sin embargo, creyeron que somos la mejor herramienta para construir una nueva etapa, afirmó.
Por otra parte, reiteró su compromiso con el fortalecimiento de la educación pública, de calidad e inclusiva, con una nación donde los niños vayan a la escuela con computadoras y no con armas, con la defensa de los derechos de los trabajadores y de la soberanía sobre las Islas Malvinas.
Tengamos la capacidad de poner punto final a la idea de la destrucción del otro. En esta elección quedó claro que la grieta se murió. Creo en el diálogo, en el multilateralismo, la estabilidad y la seriedad en las relaciones internacionales, agregó.
A lo largo de la campaña, el FMI y las corridas cambiarias manejaron los hilos y presionaron al ministro de Economía, a quien sus oponentes intentaron culpar de las consecuencias de acciones impulsadas durante la gestión de Macri y de la repercusión de factores externos.
Esos asuntos continuarán ocupando un lugar preponderante en las próximas jornadas y seguramente estarán en una parte importante de los debates.
Sin embargo, según el analista Luis Bruschtein, es necesario destacar que Argentina no vivió una elección más “porque, además de los problemas económicos, estaban en juego valores básicos de la civilización”.
La sociedad le dio la espalda a los que proponían un país donde los pobres tendrían que vender sus órganos o sus hijos, donde los genocidas serían glorificados y las Malvinas entregadas, un sistema donde los candidatos usan metáforas de sexualidad perversa para rechazar a la educación sexual. Todavía falta la segunda vuelta, apuntó.
En su discurso tras conocerse los resultados, Milei hizo guiños a JxC y arremetió ya no contra “la casta política”, sino contra el kirchnerismo en especial.
Massa optó por llamar a la unidad, lograr consensos que permitan salir de la deuda con el FMI y construir una nación que desarrolle su industria, proteja sus recursos y a su pueblo.
Para JxC, las elecciones significaron una importante ruptura interna, reflejada en las disputas entre sus principales figuras y en los constantes coqueteos de Macri con Milei.
Captar a los indecisos y a los votantes de ese espacio será una meta importante para noviembre.
Ahora los argentinos tienen una segunda oportunidad para elegir entre quien promete dar la cara por ellos y enfrentar los problemas mediante las herramientas del sistema democrático y quien prefiere a la motosierra y la cruz de la dictadura.
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