En su tiempo, junto a su hermano Eduardo Palmieri, revolucionó la salsa tocada en Nueva York —meca de la música latina en Estados Unidos—, en su país de origen y en casi toda Latinoamérica.
Sus padres advirtieron muy pronto las inclinaciones musicales de ambos hijos y a su llegada a la Gran Manzana, procedentes de su Ponce natal, fueron matriculados en la prestigiosa academia de artes Juilliard.
Con 16 años y todavía estudiando, Charlie realizó su primera presentación profesional, y a los 19 marcó su debut discográfico en la orquesta de Rafael Muñoz interpretando al piano el tema Se va la rumba. Su carrera apenas comenzaba.
Dado su empeño y exquisita técnica, generó una notable impresión en el también músico y director Tito Puente, e inmediatamente este lo invitó a unirse a su banda, donde Palmieri tocó el cielo con la gloria entre 1947 y 1953.
Con posterioridad, desarrolló nuevos proyectos y asociaciones, bebió de todas las tendencias sonoras prevalecientes en su entorno y potenció estilos diferentes como la pachanga, el bugalú, hasta introducir los metales en su repertorio.
La labor artística de Palmieri incluyó además aspectos relacionados con la producción y se desempeñó como profesor de piano.A sus alumnos les inculcó amor por los géneros latinos como el merengue y la bachata, además de convidarlos a no olvidar jamás la historia fundacional de la región.
Charlie y Eddie asombraron al mundo de la salsa desde Nueva York, batieron récords de ventas por sus realizaciones discográficas, también hicieron de las suyas en el jazz y deleitaron a los seguidores de la música afrolatinoamericana.
(Tomado de 4ta Pared, suplemento cultural de Orbe)