Sumada a la campaña mundial por esta efeméride, también la Unesco cuenta entre sus más novedosas iniciativas la próxima apertura de un museo de realidad virtual inmersiva de objetos culturales robados, sitio que pondrá todavía más el foco sobre delitos que siguen lesionando al patrimonio mundial.
A partir de 2025, los visitantes podrán navegar por una sucesión de espacios virtuales que contienen imágenes detalladas en 3D de las piezas.
Los primeros 600 artículos que se exhibirán son obras de arte de la lista de Interpol, cuya base de datos acumula más de 52 mil piezas culturales robadas de museos, colecciones y sitios arqueológicos en todo el mundo, según adelantó la fuente.
Por otro lado y analizando el panorama, actualmente no existen cifras exactas sobre este delito debido a la dificultad de descubrir y vigilar dichas actividades ilícitas; pero entidades vinculadas al tema estiman que las ganancias del comercio ilícito de antigüedades oscilan entre 300 y seis mil millones de dólares por año.
Las infracciones de la ley en este contexto pueden presentarse en mercados legales e ilegales, tanto en sitios arqueológicos, museos y galerías, como en sitios religiosos y plataformas digitales.
Según la web de la Interpol (Policía Internacional) el tráfico de bienes culturales es una actividad de bajo riesgo y alta rentabilidad para los malhechores vinculados a la delincuencia organizada.
Desde obras de arte a artefactos históricos robados, este tipo de delito puede afectar a todos los países como origen, tránsito o destino de dichas piezas, de acuerdo con esa fuente.
Según la publicación El Correo de la Unesco, la crisis sanitaria causada por la pandemia de Covid-19 provocó un parón en el mundo entero, pero el tráfico ilícito de bienes culturales no se detuvo, sino todo lo contrario.
Los traficantes de bienes culturales aprovecharon que había disminuido la vigilancia en museos y sitios arqueológicos para perpetrar impunemente robos y excavaciones ilegales, reflejó la publicación.
Subrayó que nunca había sido tan intenso el interés por adquirir mosaicos, urnas funerarias, esculturas, estatuillas o manuscritos antiguos, y esta presión del lado de la demanda contribuye a fomentar al mercado ilegal de obras de arte y antigüedades.
Cabe destacar que en gran parte este mercado funciona ahora en Internet, por conducto de plataformas que suelen tener pocos miramientos con el origen de esos objetos.
Así determinadas organizaciones delictivas y terroristas aprovecharon la oportunidad del confinamiento para financiar sus actividades o blanquear sus ingresos, precisó en ese sentido la Unesco.
De acuerdo con esta fuente se calcula que el comercio ilícito de bienes culturales ocupa actualmente, en términos monetarios, el tercer lugar en el rango de actividades ilegales, solo superado por el tráfico de drogas y el de armamentos.
Ese comercio clandestino, que afecta al ámbito cultural y prospera en zonas de conflicto, ha llegado a ser una amenaza para la paz y la seguridad internacional.
Pero la dificultad de reprimir el tráfico en línea, la laxitud de las sanciones previstas para los traficantes y la vulnerabilidad de las zonas en conflicto exigen hoy una nueva movilización internacional, de acuerdo con la Unesco.
El 14 de Noviembre del 2019 fue adoptado por la esta organización como el Día Internacional contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales.
Tales prácticas censurables de comercio sin escrúpulos tuvieron un gran auge en los periodos en donde se asentaban colonias extranjeras para extraer las riquezas ajenas, incluidas las culturales.
De igual manera en invasiones por conflictos bélicos entre países se han registrado múltiples actos de pillaje y saqueo.
En menor escala, buscadores de tesoros por encargo son los principales delincuentes que atentan contra el patrimonio de una nación, en ocasiones apoyados por los locales en donde los auxilian para encontrar las piezas a extraer.
Se trata de un mal que ha dañado a muchos países a lo largo de su historia, pues han sido literalmente saqueados y desprovistos de miles de sus bienes artísticos y culturales, lesionando con ello la narrativa propia de sus orígenes, cultura e identidad.
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