Amal salió de San Diego, Estados Unidos, el mes pasado. Cruzó la frontera sin mojarse los pies en las aguas del río Bravo y el 6 llegó a su orilla sur, por Tijuana, para iniciar desde allí un largo recorrido de 20 días por seis estados de México que concluirán el domingo 26 en Tapachula, Chiapas, la boca por la que se alimenta la migración que abulta el vientre de México.
Ella es una niña, siria por más señas, que nació en Turquía en 2021 de manos de teatristas de The Walk Productions quienes le dieron forma y vida, y la dotaron también de corazón y alma.
Porque Amal, asombrosamente, desde que dejó el abrigo de los artesanos convertida en una marioneta de tres metros y medios de altura, caló con la dulzura de su rostro y su mensaje humano tan profundamente a la gente, que es casi imposible no rendirse ante ella.
Para muchos, en especial los niños, Amal no es la representación de una niña de 10 años refugiada siria pidiendo ayuda a sus congéneres como la concibieron sus creadores.
Sino que es la propia niña atormentada por la guerra, como esos que hoy mueren en los hospitales de Gaza por la mano inmisericorde y deshumanizada de Benjamin Netanyahu, quien se cree el César del Israel sionista -siempre con el pulgar hacia abajo contra los palestinos-, aunque no el representante del pueblo judío que lo recrimina.
Amal sigue su épica travesía por un México lindo y querido que se ha convertido tristemente en tumba de muchos inmigrantes a quienes el sueño americano se les convirtió en pesadilla.
Recorrido poco menos de la mitad de su peregrinaje, pronto llegará al Centro Histórico de la capital, convivirá con estudiantes, visitará la Basílica de Guadalupe y hará hasta un paseo en trajinera por los canales de Xochimilco entre chinampas y flores.
El Senado de la República le rendirá pleitesía como al más ilustre de los mensajeros, y ella clamará ante los legisladores amor a los migrantes.
Será uncida en Los Pinos con la ternura de los niños, niñas, y personas desplazadas, que no querrán separársele, como ha ocurrido en su andar desde que salió de tierras impregnadas de pólvora y sangre en Oriente Medio, para rogar clemencia por las víctimas de la barbarie.
Esta es la primera visita que Amal hace a un país de América Latina y de habla hispana, con un itinerario de cinco mil kilómetros desde Tijuana, ya casi vencido:
Monterrey, Guadalajara, Zapopan, Ciudad de México, Oaxaca y Tapachula. México es el décimo quinto país al que llega en poco más de dos años pidiendo comprensión y ayuda para el migrante, y no se cansa de hacerlo aunque sus badajazos sean contra las mudas paredes de una campana neumática.
lam/lma