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¿Qué fue de la «revolución maya» en Guatemala?

Ciudad de Guatemala (Prensa Latina) Guatemala es una potencia continental por su megadiversidad cultural. En sus 108 mil kilómetros cuadrados de superficie territorial, en cuestión de minutos, el o la visitante encuentra una diversidad de idiomas, vestimenta, pisos ecológicos, etc.

Ollantay Itzamná*, colaborador de Prensa Latina

Según el último censo nacional (2018), cuyos resultados el propio Estado no quiso públicamente reconocer, cerca del 44 por ciento de la población se auto reconoce como indígena.

Histórica y constitutivamente, el bicentenario Estado de Guatemala (todas sus instituciones) es racista o etnofágica. En este país centroamericano, el o la indígena, para ser reconocido como guatemalteco, en los hechos, está obligado a renunciar o morir a su identidad aborigen y asumir la identidad nacional mestiza. Eso se hace mediante el proceso educativo, religioso, cultural, económico, entre otros. Que un indígena llegue a ser ciudadano pleno (elegir, ser elegido y ejercer función pública con identidad), en la bicentenaria República de Guatemala, es imposible. Lo máximo aspirado es: ser aborigen «permitido», sea vía profesionalización o el respaldo de la cooperación internacional.

«Octubre Maya» ¿Hubo revolución?

A raíz del paro nacional indefinido que vivió el país, convocado por organizaciones indígenas (48 Cantones de Totonicapán y Alcaldía Indígena de Sololá), y acuerpada por la población fastidiada con la corrupción en la gestión pública, en la narrativa para y de las redes sociodigitales se habló que «Guatemala estaba viviendo una revolución maya». «Nueva primavera revolucionaria», sostiene el presidente electo, Bernardo Arévalo.

El término revolución significa básicamente «cambio profundo» de una realidad estructural. Es una acción colectiva que lleva al cambio profundo de lo establecido. En este sentido, no hubo ninguna revolución en Guatemala. Mucho menos revolución maya que cambie las condiciones de colonización interna en las que subsisten los aborígenes. Las únicas dos «revoluciones» históricas (1872 y 1944) en Guatemala fueron procesos liberales para despojar a indígenas de sus bienes y dárselos a los mestizos, criollos e inmigrantes noreuropeos.

¿Cuál era el objetivo del «Octubre maya»?

Uno de los males constitutivos del bicentenario Estado nación racista, etnofágico, en Guatemala es que esta República criolla no puede subsistir sin despojar, esquilmar, explotar al aborigen y sus bienes comunes. En Guatemala el maya para ser guatemalteco tiene que renegar de su ser maya. Y ni así, llega a ser admitido como ciudadano. ¿Cambió ese mal o perversa realidad en Guatemala con Octubre maya? No.

Más por el contrario, el racismo normalizado, en esas tres semanas del paro indefinido, se aplaudió socialmente cuando la «ciudadanía solidaria» entregaba comida, bebida, abrigos, al pobrerío indígena que tapaba caminos para defender la democracia ladinaracista y al Estado criollo, fuente laboral de las capas medias. Y evitar que «desaparezcan» por completo estas dos instituciones, fruto de su entropía constitutiva como es la corrupción, trifulca interna de sus bandos corruptos.

El objetivo de «Octubre maya» fue fortalecer al mal que tanto daño le hizo y le hace a los pueblos aborígenes: el racista Estado nación y a su corrupta democracia liberal que no permite que indígenas sean gobierno. Quizás fue una «revolución» para los mestizos y criollos, quienes seguirán subsistiendo del colonialismo interno que el Estado impone sobre los indígenas, esta vez, bajo el mando del otro bando patronal.

¿Cuál es el objetivo inmediato y permanente de los pueblos aborígenes en Guatemala?

Mis vecinos aborígenes mayas, en la comunidad donde convivo, cada año que pasa encuentran menos tierra para alquilar y cultivar el maíz. Ocho o nueve de cada 10 niños están en situación de desnutrición. Los niños no van a la escuela, van hacia los EEUU de mojados. El jornal que paga el patrón finquero (Q.45) no alcanza para los tres tiempos de su comida (Q.75).

Ante esta realidad, ya desde 1989, la Organización Internacional del Trabajo, logró que los derechos colectivos de los pueblos sean obligatorios mediante el Convenio 169. Allí se establece el derecho a tierra y territorio, derecho al autogobierno y autodeterminación, derecho al consentimiento previo (para que el sistema neoliberal no siga saqueando los territorios). Pero, nada de esto se mencionó durante «Octubre maya», ni antes. Al parecer, hubo «mala fe», de cara a los pueblos, por parte de quienes, en los hechos y en los relatos, urdieron esta «movida de Octubre maya». Mientras aborígenes empobrecidos estuvieron tapando caminos por semanas, para empobrecerse aún más, en defensa de la democracia patronal, el racismo, el despojo territorial, los procesos judiciales contra indígenas… continuaron y continuarán.

Los planteamientos «disruptivos», como la plurinacionalidad, Estado plurinacional, autodeterminación política y territorial, etc., que cobraron espacio, en los últimos años, en el relato de sectores indígenas y en la inquietud cultural de actores de clase media progre, como el «horizonte» emancipatorio indígena, retrocedieron o desaparecieron momentáneamente gracias a «Octubre maya». Incluso, «intelectuales y activistas mayas» que escribieron papers o gestionan financiamiento con el relato de la «plurinacionalidad» recularon (en su relato) en esta emotiva fiebre de «Octubre maya». ¿Qué nos pasó? El tiempo lo dirá.

Hegemonía de los EEUU/ USAID sobre dirigencia indígena y Bernardo Arévalo

Según auto registro público (en sus redes sociales), tanto de la Embajada norteamericana, de la USAID, de Bernardo Arévalo y de los diputados del partido Semilla, la interdependencia entre estos actores en Guatemala es pública. USAID financió y financia con proyectos de «desarrollo» a los 48 Cantones y a muchas otras organizaciones autonominadas ancestrales, esto está publicado. Al grado que esta entidad no tiene empacho en adornar sus eventos oficiales con logotipos de ONG financiados por los EEUU.

Pero también es pública la necesidad que la USAID/ EEUU tiene de los colores, de los bastones, de los trajes indígenas, idiomas indígenas, etc., para legitimarse y mantenerse en Guatemala, país donde tanto daño hizo y hace durante el centenario de la vigencia de la Doctrina Moroe. Quizás por esta mutua interdependencia «casi existencial» los 48 Cantones haya salido ileso de todas las «guerras» y los conflictos creados por los EEUU, y éste no sea denunciado o desenmascarado públicamente en los relatos o protestas indígenas en Guatemala. ¿Alguien escuchó o leyó denuncia o protesta contra la presencia norteamericana en Guatemala en algún paro indígena? Al parecer el colonizador no se sostiene sin los bastones del colonizado.

Para que exista hegemonía de un poder sobre un actor subalterno, tiene que haber consentimiento cultural y espiritual por parte del subalterno. Y por lo que se ve, esto es lo que ocurre en el país, a diferencia de la colonia española. La presencia gringa no sólo es requerida, defendida, sino también necesitada «para mediar» los conflictos de gobernabilidad. Y, cuando el colonizado requiere para existir del colonizador, estamos ante una enfermedad crónica, y urge una psiquiatría colectiva.

De Arévalo y de Semilla se conoce, por sus alardes de selfie, de su excesiva dependencia norteamericana para legitimarse como actor político cualificado en Guatemala, y para hacer prevalecer su triunfo electoral. Así como la hegemonía norteamericana, para repeler la plurinacionalidad como agenda política de los pueblos, legitimó y afianzó a un sujeto cultural y social indígena (como son los 48 Cantones y ancestrales), también creó y batalla por legitimar a su sujeto político (para evitar «revueltas plurinacionales» en su patio trasero), y ese sujeto es Arévalo/ Semilla.

Lo inquietante, de aquí en adelante, es la capacidad cultural que tendrán estos actores para mantenerse en la espuma mediática, y en el sentido común del país, como actores legítimos, muy a pesar de lo procolonial que puedan ser. ¿Cómo explicará Semilla la falsificación de las cinco mil firmas (para existir como partido) que el mismo Arévalo aceptó y culpó a la gente que contrataron? ¿Cómo explicarán las autoridades indígenas que el paro o la lucha que emprenden, lejos que debilitar al patrón, es para fortalecer el látigo patronal que lapida a los pueblos? ¿Cómo explicarán su interdependencia pública con los intereses norteamericanos?

Es verdad que en la «estrategia cultural» mediática norteamericana para Guatemala estaba contemplada la creación o el fortalecimiento de los medios digitales «alternativos» que crecieron con el fenómeno de la revolución maya, en octubre reciente. Pero, aparte de lo financiero, estos medios emergentes se enfrentan a la hegemonía de los medios corporativos vigentes (que no necesariamente son obedientes a Washington). Además está el racismo cultural que habita y configura a los promotores de estos medios digitales.

rmh/oi

*Investigador, abogado y antropólogo quechua. Corresponsal y columnista de varios medios alternativos de América Latina

(Tomado de Firmas Selectas)

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