Los efectivos que integraron la llamada Operación Veneratio para rescatar la víspera el penal capitalino, controlado por la banda criminal Rotela, contemplaron distintos escenarios posibles para enfrentar a los reclusos, armados con un fuerte arsenal, declaró el comandante de esa fuerza Carlos Benítez a Radio Monumental 1080 AM.
La desactivación del clan de narcotraficantes, empoderado en esa prisión y en otras del sistema penitenciario, requirió diseñar un operativo para neutralizar el poder de fuego de los presos rebeldes, que comprendía numerosas armas, municiones, explosivos y combustibles para incendios, añadió el oficial de la Policía Nacional.
“En el mejor escenario –subrayó- del plan de contingencia, planificado desde hace dos meses para actuar con la mayor precisión posible, podíamos solucionar la situación en un día, pero en el peor íbamos a demorar unas 72 o 96 horas”.
Los agentes que realizaron la incursión conocían la posesión por los reclusos de pertrechos de grueso calibre, granadas, dinamita en gel, armas blancas de diferentes tipos y objetos contundentes.
Por lo menos un policía muerto, y 12 heridos entre agentes y presos fue el saldo estimado por las autoridades durante el operativo de las fuerzas combinadas comprometidas en la operación, que integró a unos dos mil efectivos en la madrugada del lunes.
La acción estaba destinada a trasladar hacia otras cárceles al clan de narcotraficantes liderado por Armando Javier Rotela, junto a otros mil reclusos, para descongestionar las instalaciones del penal de Tacumbú y debilitar a esos grupos, agregó radio Monumental 1080 AM.
Según fuentes oficiales, el Clan Rotela es una organización de carácter familiar, que originalmente se especializó en el microtráfico de crack en barrios marginales, y después abarcó otras zonas hasta convertirse en una entidad de alcance nacional que controla el tráfico de drogas dentro y fuera de las prisiones.
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