Por Deisy Francis Mexidor
Corresponsal jefa en Estados Unidos
Mientras miles esperaban en medio de las difíciles condiciones que impone el invierno en esta época del calendario, otra oleada prometía estrellarse contra la desbordada frontera sur.
Una delegación de alto nivel de Estados Unidos viajó a México con el propósito de reunirse el 27 de diciembre con el presidente Andrés Manuel López Obrador para tratar de reducir los cruces fronterizos en momentos en que la administración de Joe Biden encara una presión cada vez mayor sobre el manejo de esa porosa línea divisoria.
El secretario de Estado, Antony Blinken, encabezó la comitiva estadounidense que incluyó, además, al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, y a la asesora de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Liz Sherwood-Randall.
En enero, Biden se reunió con López Obrador en la Ciudad de México para la Cumbre de Líderes de América del Norte, donde junto con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, abordaron los flujos migratorios en la región.
Casi un año después -y a pesar de una serie de medidas destinadas a disuadir la migración irregular- el número récord de migrantes que se desplazan por el hemisferio occidental sigue siendo un desafío apremiante para Estados Unidos y México.
Según las estadísticas, alrededor de nueve mil 600 migrantes cruzaron ilegalmente la frontera a diario, números no vistos desde antes del levantamiento de una restricción de la era Covid-19 conocida como Título 42, que permitía a las autoridades rechazar a los irregulares cuando arribaban.
El gobernador de Texas, Greg Abbott, sigue aplicando medidas cada vez más fuertes. Cacerías, boyas, alambres con púas, deportaciones, autobuses y vuelos cargados de migrantes hacia destinos con gobiernos demócratas no bastaron para detener los arribos.
El expresidente Donald Trump (2017-2021), quien hizo de sus políticas antiinmigrantes parte esencial de su agenda de gobierno mientras estuvo en el cargo, es ahora favorito en las encuestas, y su retórica no deja dudas de lo que sobrevendría si regresa a la Casa Blanca en enero de 2025.
Trump asegura que los migrantes son “el veneno en la sangre” de Estados Unidos y una de las primeras medidas prometidas de volver a ocupar la silla en el Despacho Oval, son las deportaciones masivas y las detenciones.
Para algunos expertos Estados Unidos busca abordar los desafíos fronterizos actuales con más acciones para controlar el flujo de migrantes, que implique puestos de control en ferrocarriles y carreteras hasta favorecer la presencia de las fuerzas armadas en el sur.
Por su parte, antiguos y actuales funcionarios de Seguridad Nacional consideran que la frontera se acerca a un “punto de ruptura”.
Biden llamó a su homólogo mexicano cuando la situación empeoró y durante la conversación coincidieron en que se “necesitaban urgentemente” medidas adicionales para detener el flujo y reabrir los puertos de entrada clave.
El presidente Biden tiene en la migración una vulnerabilidad política que se resiente con las críticas de los republicanos y miembros del propio Partido Demócrata por lo que ocurre en la frontera que comparte con su vecino.
Este diciembre, el tema pasó al centro de la agenda de política exterior de Biden en medio de las presiones de la Casa Blanca al Congreso a fin de lograr la ayuda militar para Ucrania e Israel.
La falta de consenso en las negociaciones sobre los cambios que exigen los republicanos en la política fronteriza finalmente dejó a Biden antes de fin de año sin los miles de millones de dólares en fondos solicitados que, además, incluían una porción para la frontera.
El Senado -que había retrasado su receso por Navidad- se fue con las manos vacías de la capital, por lo cual un eventual pacto sólo será posible después del 8 de enero tras el retorno de los miembros del Congreso al Capitolio.
“Necesitan hacer más, apoyar más, y eso es lo que debería estar proponiendo el Congreso, con todo respeto, cómo autorizar recursos para la cooperación y el apoyo a los pueblos pobres de América Latina y el Caribe, en lugar de imponer barreras, alambre de púas en el río o pensando en construir muros”, dijo López Obrador.
Grupos proinmigrantes advirtieron al mandatario que tendría consecuencias de hacer las concesiones a los congresistas republicanos, los cuales exigen la vuelta de tuerca en materia de seguridad fronteriza a cambio de la mencionada ayuda para las guerras financiadas por Estados Unidos.
Las organizaciones temen que las negociaciones terminen en un acuerdo que, finalmente, aumente las deportaciones, las detenciones de migrantes en la frontera, complique las peticiones de asilo y afecte otros programas migratorios.
Sin embargo, estrategas demócratas confían que si bien ahora el plan del gobernante causa críticas, más adelante será favorable, en el ciclo electoral.
“Creo que, si de alguna manera él y su equipo pueden lograr algún tipo de acuerdo integral que proporcione financiación a Ucrania y, en cierta medida, a Israel, además de abordar lo que se percibe como una situación muy difícil en la frontera, será una gran victoria para el presidente”, afirmó Tad Devine, quien trabajó en varias campañas presidenciales.
Pero de momento existen señales de rechazo al demócrata entre votantes latinos y progresistas por el eventual pacto para reforzar la frontera.
Y esas son malas noticias para Biden, cuyos dos temas más débiles de cara a la campaña de reelección de 2024 son su edad y la seguridad fronteriza.
Una encuesta del New York Times/Siena College publicada en noviembre mostró que Biden prácticamente empató con Trump entre los votantes menores de 30 años.
Los números arrojaron un 30 por ciento de respaldo para el demócrata y un 29 por ciento para el republicano, lo cual significa, sin dudas, una dramática caída en comparación con las elecciones de noviembre de 2020, cuando Biden obtuvo el 60 por ciento de los electores por debajo de los 30 años.
También un sondeo reciente de NBC arrojó que el 70 por ciento de los votantes de entre 18 y 34 años desaprueban el manejo de Biden de la guerra en Gaza.
Mientras, un tanteo de Quinnipiac reflejó que el 41 por ciento de los votantes demócratas expresaron simpatías con los palestinos y un 34 con los israelíes.
A esto se suman otras preocupaciones de los estadounidenses sobre la gestión del mandatario y su capacidad para asumir un segundo periodo en el Despacho Oval, cuando el reloj biológico no se detiene.
arb/dfm