En su mensaje por el fin de 2023, la directora ejecutiva de ese organismo, Catherine Russell, aseguró que una cuarta parte de los menores del planeta viven en zonas en guerra o huyen de ellas.
Esto incluye conflictos prolongados como los de Burkina Faso, la República Democrática del Congo, Ucrania y Yemen, que desencadenaron oleadas de violaciones de los derechos y años de sufrimiento.
A estos se suman nuevas conflagraciones surgidas en 2023 en países como Sudán con la mayor crisis de desplazamiento infantil del mundo; o Gaza, devenido el lugar más peligroso del planeta para la infancia, con casi seis mil niños y niñas muertos en menos de tres meses.
Detrás de cada una de estas cifras hay una historia de sufrimiento infantil inimaginable, de derechos violados y denegados, agregó en su mensaje la titular de Unicef.
El dolor de estos niños y niñas es una acusación contra un mundo que no les ha protegido de los peligros de la guerra, subrayó.
Por si fuera poco, las nuevas y prolongadas hostilidades coincidieron en 2023 con otras crisis devastadoras como las inundaciones de Libia o los terremotos de Afganistán y Marruecos, brotes de enfermedades como la epidemia de cólera de Haití y situaciones de inseguridad alimentaria como la que se vive en el Cuerno de África.
A juicio de la alta representante, estas crisis no se producen en el vacío, sino que cada una de ellas tiene el potencial de amplificar los efectos de las demás y de provocar desastres cada vez peores.
Como consecuencia, el número de niños y niñas que viven en condiciones de pobreza multidimensional aumentó un 15 por ciento hasta llegar a mil 200 millones en tan solo los últimos tres años.
En tanto, 55 millones sufren emaciación y cada día mueren cerca de 14 mil menores de cinco años por causas en gran medida evitables, como las enfermedades diarreicas y el paludismo.
Estos son tiempos oscuros, especialmente para la infancia, tiempos que han llevado a que la esperanza escasee entre muchos de nosotros, advirtió la directora ejecutiva.
Frente a tales desafíos, la labor de Unicef resulta más urgente y necesaria que nunca, mientras que sus logros aportan un rayo de esperanza en el oscuro panorama para la poblaciones infantiles atrapadas en crisis.
En los últimos 20 años, el organismo ha asistido a una drástica reducción de la desnutrición infantil a escala mundial, lo que incluye una disminución de 55 millones, o más de un tercio, del número de niños y niñas con retraso en el crecimiento.
Las tasas de inmunización infantil, que se redujeron durante la pandemia de Covid-19, han repuntado, y los servicios mundiales de inmunización llegaron el año pasado a cuatro millones de niños y niñas más que en 2021.
Al mismo tiempo, el mundo alcanzó casi la universalización del acceso a la escolarización primaria.
El Fondo para la Infancia llegó a más de 23 millones de personas con agua potable y vacunó a 27 millones de niños y niñas contra el sarampión en 2023.
A la par, proporcionó a más de 150 millones de niños y niñas servicios para la detección precoz y el tratamiento de la emaciación infantil en entornos de alto riesgo.
Estos resultados dicen que cuando damos prioridad a los derechos y al bienestar de la infancia, hay esperanza, subrayó la representante.
El próximo año tampoco será fácil y habrá más dificultades por delante, agregó Russell con un llamado a optar por asumir compromisos audaces y medidas decisivas para mantener la seguridad de la niñez.
La titular instó además a invertir más en los sistemas y servicios que los niños y niñas necesitan para crecer y desarrollarse de forma saludable.
«Debemos redoblar nuestros esfuerzos en su favor en 2024 y en los años por venir», concluyó.
kmg/ebr