Cuando solo faltan seis años para la fecha límite de 2030 del cumplimiento de la Agenda establecida en 2015 con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), es cierto que la conciencia global sobre la protección de la biodiversidad ha aumentado, pero los esfuerzos por transformar ese vínculo están rezagados en términos de velocidad y escala.
De acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Pnuma, en 2023 tres cuartas partes del ecosistema terrestre del planeta y alrededor del 66 por ciento del medio ambiente marino fue alterado significativamente por la acción humana.
Más de un tercio de la superficie terrestre del mundo y casi el 75 por ciento de los recursos de agua dulce están ahora dedicados a la producción agrícola o ganadera.
Combinada con niveles vertiginosos de contaminación, la degradación del hábitat natural y la pérdida de biodiversidad tienen graves impactos en las comunidades de todo el mundo. Tal es así que durante el año recién concluido entre 100 y 300 millones de personas corrieron un mayor riesgo de sufrir inundaciones y huracanes debido a la pérdida de hábitats costeros.
Ejemplos hubo de esfuerzos para enfrentar esas amenazas, muchas comunidades mejoraron sus acciones de reconstrucción, como Pakistán con el lanzamiento de la mayor iniciativa climática en la historia del país o las Naciones Unidas con su nuevo proyecto global Alertas Tempranas para Todos.
Según el Pnuma el impulso hacia la energía limpia logró algunos avances, y aunque en la actualidad el 91 por ciento del mundo tiene acceso a la electricidad, ese progreso no ha sido lo suficientemente rápido ni inclusivo. No obstante, el número de personas con acceso a la electricidad aumentó a 675 millones desde 2015.
Otros datos apuntan a que la inversión mundial en energía limpia alcanzó niveles casi récord de 1,7 billones (un millón de millones) de dólares, por lo que las fuentes renovables ahora representan más del 28 por ciento de la electricidad mundial, creciendo casi un cinco por ciento.
Pero hoy aún dos mil 300 millones de personas dependen del carbón, el queroseno o los sólidos biomasa como principal combustible para cocinar, de ahí que la falta de una cocción limpia contribuye a casi 3,7 millones de muertes prematuras al año, siendo las mujeres y los niños los que sufren más riesgo.
Adicionalmente, plantea el Pnuma, alrededor del 80 por ciento de la población mundial sin electricidad vive en zonas rurales, predominantemente en el África subsahariana.
Estudios actuales muestran que alcanzar estos objetivos de energía limpia requerirá que el mundo triplique sus inversiones anuales de aquí a 2030.
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