Tasas de interés altas, una mayor escalada de los conflictos, el lento comercio internacional y los crecientes desastres climáticos plantean desafíos importantes para el orbe, de acuerdo con el análisis del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA), divulgado este jueves.
Según estos pronósticos, las economías más desfavorecidas serán nuevamente las más pobres mientras que el desarrollo sostenible enfrenta cada vez nuevos tropiezos.
«La inflación persistentemente alta ha retrasado aún más el progreso en la erradicación de la pobreza, con impactos especialmente severos en los países menos desarrollados», aseguró a la prensa Li Junhua, secretario general Adjunto de DESA.
La economía mundial crecería un 2,4 por ciento en 2024, un retroceso con respecto al año anterior, pero en regiones como América Latina ese índice apenas alcanzará el 1,6 por ciento frente a un 2,2 en 2022.
Aunque la inflación va en retroceso en varias economías, el limitado espacio de políticas macroeconómicas y las débiles inversiones seguirán dificultando la capacidad de la región para abordar los desafíos sociales y el cambio climático.
Latinoamérica también encara otros tropiezos como una baja inversión extranjera, junto a la falta de exportaciones, remesas y las entradas de capital.
A esto se suman riesgos como la volatilidad en los mercados financieros globales, los fenómenos naturales o una escalada de conflictos geopolíticos que podría impactar las entradas de capital a la región.
Para cambiar el panorama, los analistas de la ONU coinciden en la necesidad de incrementar la equidad en cuanto al acceso a empleo para reducir las brechas salariales de género y una cooperación internacional más fuerte para estimular el crecimiento y promover la transición verde.
El texto reconoce como urgente la necesidad de promocionar iniciativas de cooperación global sólidas y efectivas para evitar crisis de deuda y proporcionar financiamiento adecuado a los países en desarrollo.
Las naciones de ingresos bajos y medios con situaciones fiscales vulnerables necesitan alivio y reestructuración de la deuda para evitar un ciclo prolongado de inversión débil, crecimiento lento y altas cargas del servicio de la deuda, señala en ese sentido.
Otros pasos positivos serían la ampliación de la financiación climática mundial, la reducción y eventual eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, el cumplimiento de los compromisos financieros internacionales para los países en desarrollo, y promover la transferencia de tecnología.
En coincidencia con el desolador panorama, el secretario general de la ONU, António Guterres, aseguró que el 2024 debe ser el año “en el que salgamos de este atolladero”.
“Al desbloquear inversiones grandes y audaces podemos impulsar el desarrollo sostenible y la acción climática, y poner a la economía global en una senda de crecimiento más sólido para todos”, convocó el alto representante.
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