Al centro histórico urbano de Trinidad y al Valle de los Ingenios, junto a su simbólica torre, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) les otorgó en 1988 la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La otrora villa de la Santísima Trinidad, fundada en enero de 1514 por el Adelantado Diego Velázquez de Cuéllar, es la tercera de las siete primeras asentadas en Cuba por los conquistadores españoles y ha preservado tradiciones y costumbres ancestrales.
El Valle de los Ingenios conserva 73 sitios arqueológicos industriales como exponentes del desarrollo alcanzado antaño en la industria azucarera.
Las torres campanarios, casas-haciendas, el denominado tren jamaiquino y los barracones están entre los vestigios o restos de la arquitectura vernácula y otros de ese pasado de esplendor y decadencia, vinculado a la explotación de la mano de obra esclava.
A más de 40 metros de altura, la Torre de Manaca-Iznaga, es fiel centinela de la verde planicie aunque ya su objetivo está lejos del inicial que era vigilar las extensas plantaciones de caña para evitar incendios, fugas de los negros esclavos o las sublevaciones de estos.
La vigía o atalaya, en determinadas etapas contó con campanario, reloj y una habitación para el guardián en el último piso. Ni tormentas, ni huracanes han podido derribar esta torre que se alza majestuosa como símbolo de Trinidad y Cuba.
En 2014, en saludo al medio milenio de fundada Trinidad, nació en el valle el Bosque 500, y en ese mismo lugar -según el programa actual de celebración- el próximo sábado día 13 se plantará el Árbol 510.
En el texto El Valle de los Ingenios, de la investigadora Silvia Teresita Angelbello, publicado en el libro Monumentos Nacionales y Locales de Sancti Spíritus, su autora indica que el sitio posee una extensión de 253 kilómetros cuadrados y altos valores paisajísticos.
Allí “confluyeron hombres de diversas etnias y culturas que se unieron en un largo y decantador proceso que desembocó, primero en lo criollo y después, definitivamente en lo cubano”, señala.
Entre los exponentes de mayor riqueza figuran las casas-haciendas de los ingenios Manaca-Iznaga, Guáimaro, San Isidro de los Destiladeros y Buenavista.
Otra de las casas-haciendas es la de Guachinango, la única ganadera en el valle, al que muchos consideran un museo a cielo abierto y hoy atrae a cientos de visitantes nacionales y extranjeros.
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