González -al frente de los Cazadores de Artemisa- es un hombre ecuánime, ponderado y equilibrado; mientras Ferrer -el rey de los Cocodrilos matanceros- es hiperactivo, agitado, inquieto. Ambos llevaron a sus equipos, en su primera temporada como directores, a lo alto de la tabla de posiciones cuando la situación en sus provincias parecía crítica.
Ferrer sacó a los saurios del fondo del pantano (último lugar en 2019) y les dió el primer campeonato en su historia con el nombre de Matanzas.
González por su parte, tomó las riendas de un conjunto que había terminado en el lugar 14 (2022), lo clasificó entre los seis para la Liga Élite y lo tiene ahora discutiendo el campeonato en la gran final.
El matancero, de 69 años de edad, lleva una vida entera dentro de los terrenos, desde que cumplió la función de coach de primera base de los Henequeneros de esa provincia que se coronaron dos veces consecutivas a principios de la década del 90 del pasado siglo.
En su palmarés también exhibe 10 títulos provinciales y una carrera como preparador físico y director en varios países de Europa y América.
El artemiseño, de solo 43 primaveras, debutó este año en esa función, después de haber tenido una carrera de 23 Series Nacionales como lanzador, donde ganó 150 juegos y fue miembro durante varios años de la selección nacional.
El llamado «Zurdo de Oro» fue medallista de plata en el Primer Clásico Mundial de 2006 y campeón nacional con los Vaqueros de La Habana en 2009.
Lo cierto es que el joven y el veterano, uno flemático y el otro temperamental, con sus personalidades tan diferentes, alcanzaron el mismo objetivo: unificar un colectivo, crear una familia sobre el campo de juego y llegar a la final del torneo.
El primer desafío, de una serie al mejor de siete, está pactado para las 18:30 hora local de hoy en el estadio matancero Victoria de Girón.
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