En un encuentro sostenido con autoridades, representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático, el sumo pontífice reconoció que no es una tarea fácil y advirtió que requiere esfuerzo y compromiso por parte de todos para superar rivalidades y contraposiciones.
Sólo si logramos mirarnos entre nosotros, con nuestras diferencias, como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor, más justo y más humano, indicó.
A este respecto, apuntó, la diversidad religiosa, cultural y étnica que ha caracterizado a la sociedad iraquí por milenios, es un recurso valioso para aprovechar, no un obstáculo a eliminar.
En ese sentido, subrayó que este país está llamado a mostrar a todos, especialmente en Oriente Medio, que las diferencias, más que dar lugar a conflictos, deben cooperar armónicamente en la vida civil.
Tras precisar que vino a Iraq ‘como peregrino de paz, en nombre de Cristo, Príncipe de la Paz’, el pontífice llamó a ‘que callen las armas’, y se evite su proliferación, ‘aquí y en todas partes’, así como los intereses particulares, ‘esos intereses externos’ indiferentes a la población local.
Que se dé voz a los constructores, a los artesanos de la paz, a los pequeños, a los pobres, a la gente sencilla, que quiere vivir, trabajar y rezar en paz, acotó.
Tras recordar que la religión, por su naturaleza, debe estar al servicio de la paz y la fraternidad el papa puntualizó que también en Iraq la Iglesia católica ‘desea ser amiga de todos y, a través del diálogo, colaborar de manera constructiva con las otras religiones, por la causa de la paz’.
Francisco arribó hoy a esta capital en visita apostólica de tres días, durante la cual desarrollará un intenso programa con actividades aquí, así como en la llanura de Ur y las ciudades de Najaf, Erbil, Mosul y Qaraqosh.
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