«En muchas partes del mundo (a propósito del 25 de noviembre) se realizan actividades y movilizaciones cada vez más crecientes y se suman más voces al rechazo y a las acciones para combatir todas las formas de violencia ejercidas por el hecho de ser mujeres», enfatizó.
No obstante, es necesario hacer notar que, entre ese conjunto universal de mujeres, existen aquellas con las que la inequidad es aún más dramática y se trata de las campesinas, trabajadoras del campo, quienes prestan servicios sociales en aquellos territorios, las mujeres de pueblos y comunidades étnicas, precisó.
La exguerrillera de las otrora Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), quien luchó entre las montañas durante 30 años rodeada de campesinas, hizo un llamado de atención para que el Estado colombiano y el conjunto de la sociedad, ponga sus ojos en las mujeres rurales.
De acuerdo con el Informe Nacional de Desarrollo Humano, para el año 2011 las campesinas aportaban un 60 por ciento más de recursos a sus hogares que los hombres, pero carecían de autonomía para decidir cómo gastarlos, puntualizó.
Las mujeres rurales, según la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo Libre, en un día de trabajo no remunerado ocuparon un 93 por ciento frente a un 60,6 por ciento del tiempo de la misma dedicación para los hombres, agregó.
«Hablamos de que en este cuidado sobre los recursos dentro de la cotidianeidad, las mujeres son las que conservan las semillas y la soberanía alimentaria, y tienen un papel preponderante en la producción de la diversidad de alimentos», destacó Sandino.
Sin embargo, pese al papel tan importante y ancestral de las mujeres en el campo, en términos de formalización de la tierra, por cada ocho hombres beneficiarios solo cinco de ellas tienen acceso, resaltó en un artículo publicado en el diario Cuarto de Hora.
Por otra parte, agregó que la Encuesta Nacional de Demografía en Salud del año 2015, indica que el 24 por ciento de las mujeres rurales vive o ha vivido una situación de intimidación y el 29,2 por ciento ha sido víctima de una agresión física.
Advirtió que el registro de la violencia en las zonas rurales es ampliamente inexacto ante los complicados los mecanismos, las distancias para denunciar, el aislamiento y la posibilidad de amenazas, todo posibilitado por el eterno abandono del Estado.
«La pobreza rural y el abandono del Estado se deja sentir fuertemente contra las mujeres rurales y se ve claramente en indicadores como la mortalidad materna. Según la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo Libre (2015), en el campo, por cada 100 mil nacidos vivos mueren 60,9 maternas frente a 45 en la ciudad», recalcó.
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