El pronóstico no parte de los reclamos que le hacen sus opositores políticos y más de la mitad de los electores británicos, sino que se basa en el creciente número de diputados del gobernante Partido Conservador que quieren su renuncia.
Para muchos, su participación confesa en la celebración que organizó su secretario privado el 20 de mayo de 2020 en los jardines de Downing Street fue la gota que colmó la copa ya a punto de desbordarse por otros escándalos.
La justificación de que solo estuvo 25 minutos en el convite, y de que pensó que se trataba de un “evento de trabajo” -pese a que había tragos de por medio-, lejos de ayudarlo, lo puso aún más cerca del despeñadero por la ola de indignación que desató.
Su fiesta terminó, primer ministro, le espetó el líder del opositor Partido Laborista, Keir Starmer, en la Cámara de los Comunes, tras conminarlo a presentar de inmediato su dimisión.
El gobernante dijo, sin embargo, que prefería esperar por los resultados de una investigación interna que él mismo ordenó tras revelaciones de que miembros de su equipo celebraron fiestas en Downing Street durante del primer confinamiento nacional por la pandemia.
La mayor amenaza para Johnson proviene, sin embargo, de sus correligionarios, sobre todo después que el líder de los Conservadores escoceses, Douglas Ross, le retiró públicamente su apoyo.
Él es el primer ministro, fue su gobierno el que puso las reglas, así que tiene responder por sus actos, sentenció Ross, en alusión a que el “partygate”, como ya lo bautizó la prensa local, se realizó en momentos en que estaban prohibidas las reuniones sociales, incluso en espacios abiertos.
El líder conservador escocés anunció además que enviará una carta al poderoso Comité 1922 para dejar constancia escrita de su falta de confianza en el gobernante.
Según reportes, ese órgano partidista integrado por legisladores sin cargos oficiales en el gobierno comenzó a acumular quejas sobre Johnson desde noviembre pasado, cuando se destaparon varios escándalos por presunto tráfico de influencia, corrupción, mal manejo de fondos y fiestas celebradas en Downing Street durante el confinamiento por la pandemia.
De acuerdo con las normas internas del comité, si el 15 por ciento de la bancada conservadora, en este caso 54, informa al comité por escrito, aunque de forma confidencial, sobre su desconfianza en el primer ministro, entonces se convocaría a todos los diputados del partido a una votación secreta.
De no recibir el apoyo del 50 por ciento más uno de sus correligionarios en el poder legislativo (181 votos), el gobernante tendría que dimitir, y comenzaría el proceso para elegir a su reemplazo de entre los candidatos que sean nominados por al menos dos diputados.
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