La jornada comprende una conferencia del doctor Jorge Eduardo Arellano, la intervención de coros de niños, disertaciones protagonizadas por jóvenes escritores, orquestas estudiantiles y la colocación de flores en su tumba, ubicada en la catedral de esa ciudad.
Para el catalogado como prócer de la independencia cultural de Nicaragua, la urbe colonial, situada a unos 92 kilómetros de Managua, era Atenas, Grecia, o París, Francia, es decir, no anhelaba otro origen y siempre valoró su procedencia humilde y simple, desde aquella ciudad de su sepultura.
Las calles, monumentos y espacios más emblemáticos de ese territorio recuerdan la presencia y literatura del autor nicaragüense, dueño de una obra poética versátil, sensual, patriótica, con efectos exóticos y figuras retóricas y seducido por el movimiento postromántico francés.
El primero es la mencionada tumba, caracterizada por la representación de un león que llora con una garra sobre el arpa y la otra provista de un ramo de laurel, homenaje a Darío del maestro Jorge Bernabé Navas Cordonero, considerado el más significativo representante de esa esfera artística en el país.
El sepulcro, ubicado en la Catedral de León, declarada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura como Patrimonio Mundial de la Humanidad el 28 de junio de 2011, está cerca del sitio donde reposan otros dos poetas: Salomón de la Selva y Alfonso Cortés.
Denominado como el «león doliente», algunos críticos de arte consideran que ese obelisco resulta más emotivo y humanizado que el León moribundo de Lucerna o el León herido de Lucerna, en Suiza—al cual imita— pieza del escultor danés Bertel Thorvaldsen (1770-1844), representante del periodo neoclásico.
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