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Guinea Bissau, otro intranquilo eslabón africano

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Julio Morejón Tartabull*
La Habana (Prensa Latina) Guinea Bissau reveló que la historia puede presentarse sólo como tragedia, si se acepta que febrero de este año comenzó con un intento de golpe de Estado, otro eslabón en la cadena política de África occidental.

 

Luego de una trayectoria de tensiones, derrocamientos de presidentes y una sangrienta guerra, el retorno a la civilidad aún choca con dificultades, mientras que su legado dramático actuó subrepticiamente en el manejo de la vida nacional y de tiempo en tiempo emerge a la luz para proceder de forma abierta.

La más reciente asonada contra el presidente Umaro Sissoco Embaló –exgeneral electo en 2020- motivó en la opinión pública criterios dispares acerca del papel del Ejército como ejecutor por la fuerza de trasformaciones en la estructura institucional, lo cual atiza intereses grupales más allá de la Constitución o a espaldas de ella.

Un análisis impone abarcar la mayor cantidad posible de variables actuantes en la realidad del pequeño país de 36 mil 125 kilómetros cuadrados y unos dos millones de habitantes, para obtener una conclusión plausible, que posibilite a partir de lo ocurrido pronosticar con alguna aproximación hacia dónde se dirige Guinea Bissau.

Resulta imprescindible recordar que ese Estado, excolonia portuguesa desde 1974 y gobernado por un núcleo político único hasta 1991 –el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC)- , sufrió cuatro golpes desde su independencia, el más sobresaliente perpetrado por Joao Bernardo “Nino” Vieira.

Tras asaltar el poder en 1980, desmontó el gobierno de Luis Cabral –hermano del revolucionario Amílcar y cofundador del Paigc- e interrumpió la fusión con la nación caboverdiana; activo hasta su magnicidio en 2009, cuando lo ejecutaron militares que lo acusaron de asesinar al jefe del Estado Mayor del Ejército, Batista Tagme Na Waie.

Guinea-Bissau enfrentó golpes castrenses efectivos y más de una docena de intentos desde la independencia de Portugal y el último motín fructificó hace 10 años con el derrocamiento de Raimundo Pereira, presidente provisional.

LEVANTAMIENTO FALLIDO

La asonada de este mes causó al menos seis muertos -algunos medios de prensa indicaron 11- y alarmó a África, donde en el pasado decenio se registraron otras acciones similares, todas con éxito, que amenazaron con desatar el caos en una región tradicionalmente en vigilia ante ese peligro.

Aunque el gobernante Umaro Sissoco Embaló afirmó que la situación estaba controlada tras un intenso tiroteo en los alrededores del Palacio Presidencial, aún persiste preocupación acerca de los intereses detrás del levantamiento.

“Estoy bien, gracias a Dios. La situación está bajo control gubernamental. Agradezco a la población de Guinea Bissau y a todas las personas más allá de nuestro país que se han preocupado por mi Gobierno y por mí», escribió en su cuenta oficial de la red social Twitter.

De haberse consumado el motín que, según el presidente causó “muchos muertos”, sería el noveno en los últimos 10 años en África subsahariana, cuatro de ellos en la región occidental desde agosto de 2020, el último perpetrado en Burkina Faso el 24 de enero.

En octubre de 2021, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Biague Na N’Tan, denunció un intento de golpe de Estado presuntamente planeado por mandos militares que para lograr su objetivo ofrecieron dinero a jóvenes soldados.

Con anterioridad, en 2019, el entonces primer ministro, Arístides Gomes, alertó sobre el peligro de un supuesto intento golpista para evitar la celebración de elecciones presidenciales, realizadas el 24 de noviembre de ese año y en las que venció Sissoco Embaló.

Guinea Bissau -una de las cinco excolonias de Portugal en África junto con Angola, Mozambique, Cabo Verde y Santo Tomé- sufrió una trayectoria plagada de conflictos políticos violentos, entre ellos la guerra que se desató en la dirección del PAIGC en 1998.

Aquella contienda enfrentó al presidente Nino Viera con el entonces jefe de Estado Mayor del Ejército, general Ansumame Mané, fue breve, pero cruenta, una guerra civil en cuyo trasfondo inicialmente estuvo un presunto contrabando de armas para la guerrilla de la sureña región senegalesa fronteriza de Casamanza.

Tras el conflicto el país entró en un reordenamiento político hacia la vida civil, pero aquel suceso mostró la enorme y decisiva influencia militar en la dinámica nacional, un actor determinante a la hora de definir quién en realidad gobierna y a quiénes debe satisfacer las decisiones oficiales para evitar o provocar conflictos.

LO TANGIBLE

Aunque existen muchos vacíos que cubrir para explicar lo ocurrido se destaca la incidencia de intereses contrapuestos en la lucha por el poder y los cuales no se abstienen de utilizar la violencia extrema para alcanzar sus objetivos, no siempre amparados por la legalidad.

Expertos aluden a beneficios económicos subterráneos para identificar lo insano que puede esconder la asonada en una subregión donde en los últimos tiempos ocurrieron golpes de Estado en Mali, Guinea y Burkina Faso, respaldados por guiones políticos, argumentos que no se percibieron de inmediato en los sucesos de Bissau.

Con eso se comprende porqué en una de las primeras declaraciones de la Unión Africana (UA) se abordó lo general: rechazo del hecho y solicitud a los militares de regresar a sus dislocaciones, así como garantizar la integridad física del presidente Sissoco Embaló y de los miembros de su Gobierno y liberar a los detenidos.

Por su parte, la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) condenó el intento de asonada castrense y demandó a los amotinados «volver a sus cuarteles y mantener una postura republicana», sin detallar de inmediato y a fondo las pretensiones de los sublevados.

Tanto la UA como la Cedeao evidentemente temen el deterioro de la estabilidad lograda con esfuerzo por el gobierno civil, ya que cualquier alteración del orden constitucional y la paz atentan contra la seguridad continental y en el caso de la Comunidad en su área de atención, donde genera tensiones la conducta de los militares.

De hecho, ya la cuerda reventó en Bissau, ahora se presume que rebeldes y promotores reflexionen y la justicia les haga reparar el daño causado, mientras que el tiempo y las autoridades deberán esclarecer quienes promovieron la conspiración y cómo se articuló esa acción que la prensa calificó de bien organizada, aunque fracasó.

to/mt

*Periodista de la Redacción Internacional de Prensa Latina.

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