Esa es la dura realidad que enfrenta el mundo a la luz de los acontecimientos en Ucrania. Todos los esfuerzos diplomáticos de Moscú siempre chocaron con la negativa de Occidente de cumplir con promesas y acuerdos para evitar la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia su frontera.
Según una valoración de Martin Jay, un laureado periodista británico que escribe para The Daily Mail, a los líderes occidentales lo que les une es que podrían utilizar una invasión como una distracción mediática divina y, creen, salvarse de ser expulsados en las urnas o sustituidos por sus propios partidos, por eso sabotean el camino de la diplomacia.
Los acuerdos de Minsk fueron engavetados pues la autonomía de las repúblicas del Donbass no permitiría la política expansionista para tener a la capital rusa a menos de cinco minutos de los misiles occidentales.
El Kremlin agotó gran parte de su arsenal diplomático como la opción más preciada para resolver la crisis pero la Casa Blanca optó por el camino de la beligerancia en su afán de mantener su hegemonía unipolar, pese a que la confianza en el Gobierno estadounidense disminuyó.
El índice de aprobación de Joe Biden cayó a su punto más bajo, el 33 por ciento, al entrar en el nuevo año, señaló un artículo de la revista Covert Action.
En 2021, sólo una cuarta parte de la población estadounidense dijo confiar en que el gobierno hará lo correcto «casi siempre».
En una nueva encuesta realizada por el Barómetro de Edelman, la confianza del público estadounidense en la administración en el poder era sólo ligeramente mejor, con un 39 por ciento.
Sin embargo, la Casa Blanca prosiguió con sus planes contra Rusia y llevó el escenario a un callejón sin salida que motivó al presidente ruso, Vladimir Putin, a tomar acciones para proteger a su país y a las repúblicas del Donbass de acciones emprendidas por sectores derechistas y neonazis enquistados en el poder ucraniano luego del golpe de Estado de 2014.
Putin anunció este jueves que las circunstancias exigen que Moscú actúe «con firmeza y de inmediato» y señaló que «las repúblicas populares de Donbass solicitaron la ayuda de Rusia», una acción usada por Occidente para culpar a la nación euroasiática ante el mundo.
Algunos análisis estiman que eso era lo que buscaba Washington apoyado por una bien montada campaña mediática con mentiras que parecían verdad y con abundante desinformación para la comunidad internacional.
Es una gran falacia que el presidente Biden diga hoy que la respuesta rusa fue un «ataque no provocado e injustificado contra Ucrania» cuando esa era la cuerda que tensaron los occidentales empujados por la Casa Blanca durante años y en meses recientes.
«Putin eligió una guerra premeditada que traerá una pérdida catastrófica de vidas y sufrimiento humano», declaró Biden a través de un comunicado sin mencionar que fue su Gobierno el que impulsó la muerte de la diplomacia.
«Solo Rusia es responsable de la muerte y destrucción que traerá este ataque, y Estados Unidos y sus aliados y socios responderán de manera unida y decisiva. El mundo le exigirá responsabilidades», dijo.
Pero son muchos los que piensan que Washington es el principal culpable de esta situación para bloquear económicamente a Rusia y desangrar las economías europeas con la venta de su gas a precios elevadísimos.
Es una lucha por los mercados.
Aunque ahora una gran parte de los países de Europa critican a Moscú en caso de que las acciones vayan a más, muy pocos tienen el apoyo de sus pueblos para involucrarse en un conflicto con sello “Made in USA”.
Incluso pesa también que hoy Rusia es uno de los principales proveedores de combustible para Europa, ya que proporciona alrededor del 35 por ciento del gas natural del continente.
Tampoco sectores como los alimentos y la manufactura de los semiconductores se afectarían ya que Rusia produce poco menos de la mitad del paladio del mundo y porciones más pequeñas de platino y níquel, elementos clave para hacer microchips.
Al respecto, Joe Brusuelas, economista jefe de Moody’s Analytics, indicó a CBS que el aumento de los precios de las materias primas dejaría a los consumidores estadounidenses gastando más por gasolina, energéticos y otras necesidades, con menos dinero para otros gastos con el consiguiente aumento de la tasa inflacionaria y reduciendo el crecimiento económico norteamericano en el uno por ciento.
Expertos del Instituto Cato y de otros tanques pensantes estadounidenses advirtieron en los últimos tiempos a Biden que el escenario de ahora será catastrófico para el mundo y sus planes de reelección.
Sin embargo, Biden optó por matar una solución diplomática.
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