Con un amarillo intenso de fondo, la tonalidad significa alimento en la cultura maya, por ser el color del maíz. También prevalece el rojo, indicativo de la salida del sol, y de los sacrificios de los antepasados en la época de la conquista.
Para muchos, su diseño está inspirado en el huipil local, prenda femenina indígena tradicional de Mesoamérica.
Hasta ahí, pocos reconocerían su peculiar encanto; sin embargo, la cantidad de ornamentos y efigies en perfecta mezcla imposibilita apartar la mirada del visitante curioso, quien se pregunta cómo 200 figuras fueron insertadas en tan reducido espacio.
Estas hacen referencia a las raíces mayas y al posterior legado religioso en las representaciones de la naturaleza y eclesiásticas, con dos tigres en lo alto de la nave central.
Otro detalle significativo es que los ángeles pintados portan botas o calcetines, y en la parte superior se pueden observar algunos personajes con la mirada dirigida hacia el cielo, como en espera de los aires de noviembre, mes en que se celebra la festividad del santo patrono del municipio: San Andrés Apóstol.
Los tonos llamativos de la fachada se extienden a la cúpula sobre el altar mayor, lo primero que se divisa desde el camino que conduce a la plaza central, pues el templo se encuentra de espaldas a la entrada principal, otro de sus rasgos característicos.
El domo también es muy particular, con franjas de diferentes colores, simulando una pelota maya.
Según la tradición oral, la iglesia se quedó durante muchos años sin sacerdote fijo, de ahí que los pobladores decidieron continuar los acabados faltantes conforme a su gusto, cultura y costumbres.
En cuanto a la historia, no hay datos exactos acerca de su construcción, pero se cree que corresponde a mediados del siglo XVII. Se ubica en la región este del municipio, punto de donde sale el sol, y es uno de los destinos más visitados por turistas nacionales y extranjeros.
(Tomado de Orbe)