Al momento del anuncio restaban cuatro horas para concluir el proceso en el que se define la permanencia en el poder del primer ministro Viktor Orban.
La jornada servirá además de referéndum sobre una ley que impide hablar sobre homosexualidad en escuelas y medios nacionales.
Según declaraciones del politólogo Péter Krekó, director del instituto Political Capital, a la televisión privada ATV, no se puede predecir a quién favorecen esos datos.
El actual ejecutivo húngaro es objeto de cuestionamientos desde la Unión Europea (UE) relativos a la libertad de expresión y leyes nacionales que, según el bloque integracionista, coartan el accionar de jueces y magistrados en este país.
Por otra parte la Ley de Protección de la Infancia, también cuestionada por la UE, limita el contenido sobre ideología de género en la educación, según el ente comunitario que abrió un procedimiento de infracción contra Hungría.
Aunque sondeos previos auguraban la votación más reñida de la última década, daban a Fidesz una pequeña ventaja en un proceso marcado en gran medida por los indecisos que parecen alejarse de las fuerzas políticas minoritarias.
Esa tendencia podría favorecer la consolidación de un bipartidismo con protagonismo para el Fidesz de Orbán y la plataforma opositora Unidos por Hungría, que aglutina a seis formaciones.
El líder de esa fuerza política, Peter Marki-Zay, dijo una semana atrás que la elección nacional deberá poner fin al “gobierno más corrupto en la historia del país” y “dar inicio a una nueva era de democracia incluyente”.
Pero algunos analistas consideran que el bloque opositor necesitará derrotar a Fidesz por tres o cuatro puntos a nivel nacional para obtener la mayoría en la Asamblea Nacional (Parlamento unicameral), ente encargado de designar al jefe de gobierno.
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