Por segundo año consecutivo, el fervor típico en las calles quedó prohibido debido a la pandemia de la Covid-19, en su tercera ola y con pronósticos de nuevos rebrotes por el impacto de este asueto largo y la movilidad que genera a pesar del llamado de las autoridades de salud a quedarse en casa.
Y para cumplir con este pedido, las iglesias se reinventaron con múltiples opciones en las redes sociales, desde oficios religiosos, conciertos y retransmisión de cortejos.
También están las visitas guiadas a los Siete Sagrarios para ‘pasear’ por templos icónicos como La Candelaria, Santa Clara, La Recolección, Catedral Metropolitana, Santo Domingo, El Calvario y San Francisco.
Pero más allá de la reflexión o la meditación, también desde las cocinas de los hogares la Semana Santa se expresa en múltiples platillos a partir de recetas conservadas de generación en generación.
El pescado, los frescos (refrescos) y los postres son protagonistas en esta época, en particular la ensalada en escabeche, más conocida como verduras curtidas o en conserva a partir de coliflor, ejote (maíz), zanahorias, cebollas y pimientos en su base.
Otra preparación popular es el pescado seco envuelto en huevo antes de colocarlo sobre el recado o salsa.
Entre sus ingredientes están los chiles pimientos, pasa y guaque y puede llevar diferentes guarniciones como el clásico puré de papa o el arroz blanco, aunque hay quienes prefieren los ‘tamalitos de chipilín’, una de las tantas delicias guatemaltecas.
Para paliar el calor de estos días, los chapines preparan granizadas (saladas o dulces) y ‘frescos de súchiles’, a partir de la fermentación de jocotes, panela, anís, canela, jengibre y cáscara de piña, o en su versión de chilacayote (tipo de calabaza lisa), el cual se toma con mucho hielo.
Los dulces, entretanto, cierran con broche de oro la mesa chapina y van desde los simples y variados chupetes elaborados a base de azúcar, hasta las canillitas de leche, garbanzos en miel, empanadas de manjar (dulce de leche) y las torrejas o molletes.
La peculiaridad de esta última preparación es que son piezas de pan dulce bañadas en miel con una cubierta de harina tamizada en la parte superior, simulando un volcán nevado, quizá en alegoría a los tantos conos que adornan la tierra del Quetzal.
Todas estas recetas dan olor y sabor a la Semana Santa y enriquecen su ancestral gastronomía, al punto de incluirla por derecho propio en la reciente propuesta del Gobierno a la Unesco para incorporarla como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
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