Un sondeo del Instituto de Democracia de Israel destacó que un 28,9 por ciento de los interrogados prefiere mantener al actual Gobierno, incluso en minoría y un 32,3 querría formar un nuevo Ejecutivo sin necesidad de ir a las urnas. Un 3,7 por ciento evitó opinar sobre el tema.
Otra pesquisa realizada el pasado mes por el instituto de investigación Maagar Mochot reflejó que el 58 por ciento de los israelíes rechaza celebrar nuevos comicios.
El gabinete está en la cuerda floja tras la decisión el pasado mes de la diputada Idit Silman de sumar su voto a la oposición, dirigida por el partido Likud del exjefe de Gobierno Benjamín Netanyahu.
Silman dejó a la alianza gubernamental con 60 escaños de un total de 120, aunque otros tres diputados de la formación Yamina, del primer ministro, Naftli Bennett, también amenazaron con pasarse a las filas contrarias.
La crisis se acentuó tras la decisión del partido árabe Raam de congelar su participación en el Ejecutivo en rechazo a la reciente ofensiva israelí contra la jerosolimitana Explanada de las Mezquitas, el tercer lugar más sagrado para los musulmanes.
Los cuatro curules de Raam son clave para mantener en el poder a la variopinta alianza gubernamental.
Días atrás, el diario Israel Hayom reveló que Bennett, el canciller Yair Lapid y el ministro de Defensa Beny Gantz cancelaron sus viajes al exterior por la crisis del Gobierno.
La publicación precisó que los tres políticos se quedarán en casa en un futuro previsible para intentar mantener unidos a los ocho partidos que comparten el poder.
La variopinta coalición está integrada por agrupaciones de ultraderecha, centro, islamista, izquierda, todas unidas en su rechazo a la vuelta al poder de Netanyahu, quien dirigió el país durante 15 años, 12 de ellos de forma ininterrumpida.
Esas profundas diferencias ideológicas provocan constantes roces en numerosos temas que van desde la relación con los palestinos y la colonización judía de sus tierras hasta asuntos religiosos y de presupuestos.
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