Aunque como parte de los acuerdos que en 1998 pusieron fin a tres décadas de conflictos en Irlanda del Norte independentistas y unionistas comparten el gobierno semiautónomo, las fuerzas fieles a Londres siempre han ostentado la mayoría.
Para nadie es un secreto que el objetivo supremo del Sinn Fein, antiguo brazo político del Ejército Republicano Irlandés, es que esa provincia británica sea parte de Irlanda, por lo que con una mayoría republicana en el Stormont, como le llaman al parlamento local, la causa nacionalista tendría mayor prominencia.
Según las encuestas, la organización que dirige Michelle O’Neill obtendría el 26,2 por ciento de los votos, por un 18,2 por ciento el Partido Democrático Unionista, que nunca ha perdido unos comicios en los 100 años de historia de Irlanda del Norte.
Los unionistas marchan incluso empatados en las intenciones de voto con Alianza, una fuerza que se ubica al centro del espectro político, y que desde hace algunos años se erige en una alternativa entre los dos partidos tradicionales.
Analistas atribuyen el cambio en la balanza al impacto del Brexit, que fue rechazado por la mayoría de los norirlandeses en el referendo de 2016, y que cuya consumación vino acompañada de un controvertido protocolo que si bien evita una frontera física entre las dos Irlandas, obliga a chequear las mercancías procedentes de Gran Bretaña.
En la contienda electoral por los 90 asientos de la Asamblea también participan el Partido Unionista del Ulster y el Partido Laborista y Social Democrático, de tendencias más moderadas.
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