De acuerdo con un comunicado de la entidad, la decisión salda una deuda histórica en relación con los procesos creativos, brinda autonomía a los realizadores y supera la herencia fascista que marcó al cine con visiones fanáticas y religiosas.
El texto señala que con ‘esa determinación se supera de forma definitiva el sistema de controles que permitía al Estado intervenir en la libertad de los artistas’, en tanto estipula la creación de un equipo de 49 profesionales de la industria, para la correcta clasificación de las piezas y el control del reglamento.
Igualmente, la disposición aboga por la autorregulación de los propios cineastas y elimina la posibilidad de solicitar recortes o modificaciones a los filmes, mientras defiende la libertad de expresión.
Según datos históricos, desde 1944 hasta la actualidad han sufrido el impacto de la censura en la nación europea 274 películas de directores locales, 130 procedentes de Estados Unidos y 321 de otros países.
Entre los títulos sellados por esta política, sobresale El último tango en París (1972), de Bernardo Bertolucci, La playa (1954), de Alberto Lattuada; Totò y Carolina (1955), de Mario Monicelli; Rocco y sus hermanos (1960), de Luchino Visconti; y los filmes de Pier Paolo Pasolini.
Archivadas como pruebas del crimen en la Cineteca Nacional o modificadas (cerca de 10 mil), las cintas tenían que responder a determinados patrones políticos, morales y religiosos, lo cual se combinaba con intereses oportunistas para acceder a ayudas económicas.
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