Los exaltados en esta ocasión fueron los presbíteros Titus Brandsma (1881-1942), de la Orden de los Carmelitanos, mártir; César de Bus (1544-1607), fundador de la Congregación de los Padres de la Doctrina Cristiana; y Luigi Maria Palazzolo (1827-1886), fundador del instituto que lleva su nombre.
Además, Giustino Maria Russolillo (1891-1955), fundador de la Sociedad de las Divinas Vocaciones y de la Congregación de las Hermanas de las Divinas Vocaciones; y Charles de Foucauld (1858-1916); junto con el laico Lázaro Pillai, (1712-1752) conocido como Devasahayam, mártir.
Forman parte también del grupo las vírgenes Marie Rivier (1768-1838), fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Presentación de María; y María Francesca di Gesù Rubatto (1844-1904), fundadora de las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano.
Completan la relación, María di Gesù Santocanale (1852-1923), fundadora de la Congregación de las Hermanas Capuchinas de la Inmaculada de Lourdes; y María Doménica Mantovani (1862-1934), cofundadora y primera Superiora General del Instituto de las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia.
En la homilía, el sumo pontífice señaló que “a veces, insistiendo demasiado sobre nuestro esfuerzo por realizar obras buenas, hemos erigido un ideal de santidad basado excesivamente en nosotros mismos, en el heroísmo personal, en la capacidad de renuncia, en sacrificarse para conquistar un premio”.
Sin embargo, advirtió que, de ese modo, “hemos hecho de la santidad una meta inalcanzable, la hemos separado de la vida de todos los días, en vez de buscarla y abrazarla en la cotidianidad, en el polvo del camino, en los afanes de la vida concreta” y, añadió, como decía Teresa de Ávila a sus hermanas, “entre las ollas de la cocina”.
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