El hasta ahora canciller asumió el cargo de forma oficial al filo de la medianoche, en sustitución de Naftali Bennett, quien ahora será el jefe de Gobierno suplente, el puesto que antes ocupada Lapid, según el pacto de rotación de la alianza gubernamental.
El decimocuarto primer ministro en la historia de Israel tendrá la tarea de dirigir a un país inmerso en una nueva campaña electoral.
Ante el bloqueo legislativo, las profundas diferencias entre sus miembros y los ataques de la oposición de derecha, dirigida por el ex primer ministro Benjamin Netanyahu, la coalición de ocho agrupaciones decidió convocar elecciones anticipadas tras quedar en minoría parlamentaria luego de varias defecciones.
Tras varios días de parálisis, la Knesset votó ayer a favor de su disolución y convocó a nuevos comicios.
Esta legislatura estaba muy polarizada, lamentablemente, el discurso abusivo y el odio llegaron a cotas que no conocíamos en este lugar, afirmó minutos después de la votación el presidente del órgano, Mickey Levy.
Bennett anunció hace dos días que no competirá en las próximas elecciones, por lo cual todos los ojos están puestos en el futuro de Yamina, el partido ultraderechista que fundó.
Una nueva encuesta otorgó al bloque opositor ultraderechista 58 escaños de 120, insuficientes para permitir el retorno al poder de Netanyahu, quien dirigió al país durante 15 años, 12 de ellos de forma ininterrumpida.
Sin embargo, la nueva jefa de Yamina, la ministra del Interior, Ayelet Shaked, podría sumar sus votos a la alianza opositora, con quien comparte la misma ideología.
Esa posibilidad abriría las puertas a Netanyahu, quien nunca escondió su deseo de regresar al cargo.
Aunque comparten la misma visión conservadora, Bennett se convirtió en un acérrimo enemigo de Netanyahu, con quien trabajó.
Por ese motivo, prefirió unir filas con fuerzas políticas de otro espectro ideológico antes que colaborar con su antiguo mentor.
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