La crisis inició la víspera con las dimisiones casi simultáneas de los titulares de Salud Pública y Hacienda, Sajid Javid y Rishi Sunak, respectivamente, dos pesos pesados del Ejecutivo que siempre defendieron a capa y espada a Johnson de los numerosos escándalos surgidos durante su mandato.
Sunak fue incluso el único ministro del gabinete que al igual que el gobernante fue multado por participar en al menos una de las numerosas fiestas ilegales celebradas en la residencial oficial del primer ministro durante la cuarentena por la pandemia.
La gota que rebasó la copa para ambos funcionarios fue, sin embargo, su manejo del Pinchergate, como ya bautizó la prensa el caso de un diputado prominente que renunció al cargo de jefe de la disciplina partidaria de la bancada y luego fue suspendido, tras admitir que manoseó a dos hombres en un bar privado londinense.
En un inicio, los voceros del número 10 de la calle Downing dijeron que Johnson estaba al tanto de las “especulaciones” sobre la conducta sexual inapropiada de Chris Pincher, pero decidió nombrarlo en el puesto en febrero pasado porque nunca hubo una queja formal en su contra.
Tras revelarse la víspera que desde 2019 existía la denuncia, la oficina de Johnson trató de arreglar la situación, pero empeoró las cosas, al decir que el primer ministro tenía conocimiento del informe, pero “olvidó” mencionarlo.
El resultado fue que el gobernante se vio obligado a admitir ante las cámaras de la televisión que cometió un error al nombrar a Pincher, y aunque pidió disculpas, ya el mal estaba hecho.
Los ciudadanos esperan, con razón, que el gobierno se conduzca de forma adecuada, competente y seria. Reconozco que éste puede ser mi último cargo ministerial, pero creo que vale la pena luchar por estos valores, escribió Sunak en su carta de dimisión.
El ministro de Salud dijo, por su parte, que tras perder la confianza en Johnson, no podía seguir siendo parte de su gobierno, y al mismo tiempo tener la ´conciencia tranquila´.
Javid también lamentó que Johnson no aprendiera la lección, y se empeñara en limpiar la imagen de su gobierno, tras sobrevivir el mes pasado a un voto de confianza promovido por un grupo de diputados rebeldes debido al escándalo del ´partygate´.
La moción de censura interna del mes pasado fue un momento para la humildad, retomar el control y una nueva dirección. Lamento decir que esta situación no cambiará bajo su liderazgo, afirmó.
A las dimisiones de ambos ministros siguieron las de otros funcionarios de menor rango dentro del gabinete, hasta sumar una docena de renuncias en las primeras horas de este miércoles, mientras que el número de diputados conservadores que le retiraron el apoyo crece de forma exponencial.
Aunque las reglas internas del Partido Conservador establecen que un primer ministro no puede ser sometido a dos mociones de censura en un mismo año, la dirección de la organización podría verse obligada a cambiar las normas, y permitir que Johnson sea sentado de nuevo en el banquillo, a menos que renuncie por voluntad propia.
OPOSICIÓN EXPECTANTE
Los partidos políticos opositores, mientras tanto, contemplan desde la barrera el divisionismo y las luchas intestinas en las filas “tories”, y se frotan las manos ante la posibilidad de que la crisis desemboque en la convocatoria a unas elecciones generales anticipadas.
Solo un cambio real de gobierno puede darle al Reino Unido el nuevo comienzo que necesita, se apresuró a declarar la víspera el líder laborista Keir Starmer, quien aprovechó para recordarle a los británicos la sordidez, los escándalos y los fracasos que caracterizan el mandato de Johnson.
El jefe de los liberales demócratas, Ed Davey, aseguró, por su parte, que el Partido Conservador, en el poder desde 2010, le falló al país, y sus diputados tienen que cumplir con el “deber patriótico” de deshacerse del primer ministro.
De su lado, el portavoz del Partido Nacional Escocés en el Parlamento británico, Ian Blackford, uno de los críticos más acérrimos que tiene Johnson en la Cámara de los Comunes, dijo que el país va de una crisis a otra, y es hora de ponerle fin.
El diputado independentista escocés advirtió, no obstante, que el primer ministro tendrá que ser sacado a la fuerza del número 10 de Downing Street, dada su renuencia a dejar el cargo.
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