Con sus casi 72 metros de altura y 87 años a cuesta, es imposible visitar la capital y no divisar la imponente estructura, considerada en su época un emblema de modernidad y crecimiento de la urbe hacia el sur.
Su nombre original es «Torre Conmemorativa del 19 de julio de 1935», por el día de su inauguración que celebraba el centenario del nacimiento de Justo Rufino Barrios, militar y político al frente de la nación de 1873 a 1885 y a quien se le bautizó con el nombre de “El Reformador”.
La estructura está ubicada en la Séptima avenida y Segunda calle de la zona 9, un lugar de gran confluencia vehicular y de peatones, pero los registros de la época sitúan el año 1933 como punto de partida del periplo del monumento hacia Guatemala.
Originalmente, se exhibió para su venta en la Golden Gate International Exposition, una feria celebrada en San Francisco, California.
Los nacionales que la vieron regresaron y le comentaron su belleza al gobernante guatemalteco de turno, el general Jorge Ubico, quien decidió comprarla, con lo cual se concretó su desarme y posterior rumbo hacia la tierra del Quetzal.
Según las memorias de la Secretaría de Fomento de 1936, al llegar las piezas de la estructura metálica se procedió a su reensamble con la asistencia de varios mecánicos de la empresa constructora y un equipo de expertos nacionales a cargo del ingeniero Arturo Bickford, alcalde municipal.
La inauguración fue todo un suceso y, aunque en un inicio los habitantes de la ciudad veían como algo raro a la mole de hierro galvanizado, con el tiempo se convirtió en uno de los principales códigos de identidad del paisaje urbano.
En un inicio, cuatro grandes reflectores iluminaban su base, después su silueta brilló con gas neón y ahora, dan color a su estructura más de 60 luces lead.
Mientras que en la cúspide se colocó un faro para la navegación aérea y el gobierno de Bélgica donó la campana que suspendía en lo alto. Por el camino hubo mejoras en el sistema de luces, hasta que en 1994 la empresa American Airlines ofreció un reflector en auxilio del tráfico aéreo hacia el aeropuerto La Aurora.
Por eso, es muy común estar en el semáforo de la intersección y sentir pasar los aviones muy cerca del techo de los autos, con una sensación de asombro para quienes visitan la urbe por primera vez.
En la Semana Santa de este año, la Torre del Reformador aportó un plus a la procesión del Cristo Yacente de El Calvario y la Virgen de Dolores, pues por vez primera se sumó ese espacio a su recorrido habitual: la edificación se iluminó de morado y quedaron para la posteridad imágenes impresionantes de esta tradición.
Otro momento curioso ocurrió durante los cierres debido a la Covid-19, cuando el tráfico se vio paralizado y los fotógrafos lograron las mejores tomas de la Torre en soledad, algo prácticamente imposible por el trajín habitual a su alrededor.
(Tomado de Orbe)