El nativo vivía solo y era monitoreado desde hace cerca de 26 años por el Frente de Protección Etnoambiental Guaporé, en el norteño estado de Rondonia, fronterizo con Bolivia.
También al aborigen se le conocía como Indio do buraco (del agujero) por su hábito de abrir huecos profundos en los lugares que habitaba.
«La Funai lamenta profundamente la pérdida del indígena e informa además que, al parecer, la muerte se dio por causas naturales, lo que será confirmado por laudo de médico forense de la Policía Federal», apuntó la entidad.
Un equipo responsable de la vigilancia y monitoreo en la región encontró el cuerpo del indígena en su malla de dormir en el interior de su isla, ubicada en la Tierra Indígena Tanaru.
Según relatos, «no había vestigios de la presencia de personas en el lugar, tampoco fueron avistadas marcas en el bosque durante el recorrido», precisó la fundación.
Aseguró que existen 114 registros de presencia de grupos indígenas aislados en Brasil, número que varía según los reportes.
Los indígenas cuando aparecen se presentan barbudos, con el pelo largo y desnudos, e inmediatamente regresan al bosque.
Con la deforestación y destrucción de los bosques, y el avance de prácticas ilícitas, como el garimpo (extracción de minerales), la tala ilegal y el acaparamiento de tierras, la existencia de estos grupos se ve seriamente amenazada.
De acuerdo con el más reciente censo nacional, unos 900 mil brasileños se reconocen como aborígenes. Sin embargo, en las últimas décadas, los expertos aseguran que aumentó este número. Se trata de familias mixtas expulsadas de sus territorios a lo largo del tiempo y que ahora buscan recuperar su identidad colectiva.
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