Por Deisy Francis Mexidor
Jefa de la Redacción Norteamérica de Prensa Latina
Identificado como Ricky W. Shiffer, de 42 años, el hombre se presentó en la oficina del Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés) en Cincinnati con un rifle estilo AR-15. Fue abatido a tiros tras disparar varias veces contra la policía durante el enfrentamiento.
Según un artículo del diario The New York Times, no hay pruebas de lo que impulsó al atacante, pero las publicaciones de Shiffer en las redes sociales lo revelaron lleno de rabia, entre otras cosas, por el registro a la residencia del exmandatario republicano en Mar-a-Lago, y quería vengarse.
Coincidentemente, Trump había lanzado antes un mensaje en Truth Social, su actual plataforma, en el cual señalaba que «la violencia no es (todo) terrorismo» y más adelante puso el puntillazo: «Maten al FBI a la vista».
Para algunos analistas, el cerco legal a Trump ante múltiples investigaciones por autoridades federales, estatales y locales, hace que él y sus aliados eleven la amenaza de violencia política en el escenario nacional.
“Si hay un proceso judicial de Donald Trump por el manejo indebido de información clasificada… habrá revueltas en la calle”, afirmó el senador Lindsey Graham en una entrevista concedida a Fox News el 28 de agosto.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, calificó esos comentarios de “peligrosos”, mientras Richard Haas, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, tildó las opiniones de Graham de “irresponsables”.
Esos puntos de vista quizás los perciban algunos como un llamado a la violencia, enfatizó.
SUCESOS AÑO Y MEDIO DESPUÉS
En el año y medio transcurrido desde que una turba pro-Trump irrumpió en el Capitolio federal, las amenazas de violencia política y los ataques reales se convirtieron en una realidad constante de la vida estadounidense, afirmó el rotativo neoyorquino.
Las intimidaciones afectan a funcionarios desde consejos escolares hasta miembros del Congreso, indicó el reporte del periódico.
Recordó que, a finales de junio, una exmarine renunció participar en el desfile por el 4 de julio en Houston tras un aluvión de coacciones centradas en su apoyo a los derechos de los transexuales.
Unas semanas más tarde, el alcalde homosexual de una ciudad de Oklahoma dimitió de su cargo tras lo que describió como una serie de «amenazas y ataques que rozaban la violencia».
El propio mes, un hombre fue detenido por supuestamente amenazar con matar a la presidenta del Caucus Progresista del Congreso, la representante Pramila Jayapal (demócrata de Washington).
La noche del 9 de julio el sospechoso fue detectado en la calle, frente a la vivienda de la congresista. Llevaba una pistola enfundada en la cintura. Un vecino aseguró que escuchó al individuo gritar “vuelve a la India, te voy a matar», frente a la fachada de la casa de Jayapal.
Aunque fue arrestado, el hombre de 48 años resultó liberado por falta de pruebas para demostrar la veracidad de las supuestas intimidaciones, reportó en ese momento el periódico local Seattle Times.
También el representante Adam Kinzinger III, uno de los dos republicanos del comité selecto de la Cámara de Representantes que investiga el ataque al Capitolio federal el 6 de enero de 2021, compartió las cartas y los mensajes de voz amenazantes que le llegaron.
«Espero que te mueras naturalmente lo más rápido posible», decía una de las llamadas. «Vamos a ir a protestar delante de tu casa este fin de semana. Sabemos quién es tu familia y vamos a atraparte» y «Vamos a coger a tu mujer, vamos a coger a tus hijos», expresaban otras.
El asalto al Capitolio, considerado un intento de golpe de Estado, recuerda a los ciudadanos que viven en un país donde la violencia política es una verdad incómoda.
MAL EJEMPLO DE DEMOCRACIA
La congresista Mary Gay Scanlon (demócrata de Pensilvania) atribuyó la tendencia no solo al expresidente Trump, que era bien conocido por promover la violencia en sus mítines y sigue impulsando mentiras sobre las elecciones perdidas en 2020.
Vincula esa escalada a los republicanos en el Congreso que continúan defendiendo al exmandatario y sus acciones en torno a la insurrección del 6 de enero del pasado año.
«Todo el mundo recibe amenazas en estos días, y se agrava por el hecho de que algunos de nuestros miembros no condenan la violencia política, en particular cuando se dirige al Capitolio, al vicepresidente, al presidente de la Cámara», advirtió Scanlon.
«Recién llegué en 2018, y las amenazas han sido siempre en relación con el expresidente», añadió.
“Vimos un endurecimiento del diálogo público, una voluntad de lanzar acusaciones sin fundamento que Trump apoyó”, acotó al comentar que ese fue un modelo de comportamiento dado por exgobernante como (mal) ejemplo al país.
Aunque este cúmulo de sucesos puede parecer dispar, al ocurrir en diferentes momentos y lugares y a distintos tipos de personas, los académicos que estudian la violencia política señalan un hilo conductor: el mayor uso de un lenguaje belicoso, deshumanizado y apocalíptico, apuntó el diario.
Tal retórica se asocia especialmente a figuras prominentes de la política y los medios de comunicación de derecha.
Tras el registro en Mar-a-Lago, muchos de ellos no solo plantearon exigencias de desmantelar el FBI, sino también lanzaron advertencias de que la acción había desencadenado la «guerra». Incluso el juez federal que autorizó el cateo se convirtió en un objetivo, señaló el Times.
En los mensajes pro-Trump en Internet, se emitieron varias amenazas contra él y su familia, y una persona escribió: «Veo una soga alrededor de su cuello».
Para el Presidente 45 -y sus cómplices- él es una víctima inocente de una persecución política impulsada por los demócratas de “izquierda radical”, y el “estado profundo” corrupto que ahora maneja al FBI, entre otras agencias.
ANTES DE MAR-A-LAGO
Los partidarios más ruidosos de Trump sugirieron que antes de la entrada de los agentes federales en la propiedad del exgobernante en Florida, el país ya estaba envuelto en un choque del fin de los tiempos entre enemigos irreconciliables.
«Esta es realmente una batalla entre los que quieren salvar a Estados Unidos y los que quieren destruirlo», dijo Kari Lake, la candidata republicana a la gobernación de Arizona, a la multitud en la Conferencia de Acción Política Conservadora en Dallas a principios de agosto, de acuerdo con la prensa local.
Luego de Mar-a-Lago, la propia Lake declaró que «el gobierno está podrido hasta la médula. Estos tiranos no se detendrán ante nada para silenciar a los patriotas que están trabajando duro para salvar a Estados Unidos» y que si lo aceptaban «América está muerta».
Los organismos gubernamentales estadounidenses parecen cada vez más preocupados por el aumento del riesgo de hostilidad política en Estados Unidos, así como por la dimensión internacional del problema.
El Departamento de Seguridad Nacional alertó en junio, en un boletín de asesoramiento sobre el terrorismo, que una amplia gama de temas divisivos, desde el aborto hasta la frontera (migración), podrían motivar a quienes probablemente utilicen la violencia para expresar su descontento.
Estudios recientes arrojan además que el uso de la violencia no es exclusiva de la derecha, se extiende y la justifican en sectores de otras tendencias ideológicas.
Para expertos, si bien el apoyo a la violencia política se duplicó entre los republicanos cuando Trump asumió el cargo, también aumentó (más lentamente) entre los demócratas.
Por ejemplo, en el período previo a las elecciones de 2018, muchos demócratas utilizaron una retórica incendiaria contra las políticas de Trump para avivar la base progresista.
«Ni siquiera sé por qué no hay levantamientos en todo el país. Y quizá los haya, cuando la gente se dé cuenta de que esta es una medida que defienden», lamentó la entonces líder de la minoría en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
Estadísticas del FBI confirman que hay unas dos mil 700 investigaciones abiertas sobre terrorismo doméstico -una cifra duplicada desde la primavera de 2020- y eso no refiere incidentes menores, pero aún graves.
El año pasado, las amenazas contra miembros del Congreso alcanzaron la cifra récord de nueve mil 600, de acuerdo con datos de la Policía del Capitolio.
En tanto, una encuesta realizada por Newsweek y Statista reveló un dato interesante: el porcentaje de estadounidenses que ven la violencia como un medio legítimo para el cambio político se disparó en los últimos cinco años.
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