Por Maitte Marrero Canda
Corresponsal de Prensa Latina en Guatemala
El jolgorio cobra vida cada año a mediados de agosto y tiene su mayor apogeo el día 15, cuando coinciden dos celebraciones, una vinculada al fervor religioso en su máxima expresión y la otra, a la más plena y genuina distracción.
Ese día, la ciudad despierta al paso del anda con la Virgen de la Asunción, que recorre varias calles del Centro Histórico capitalino en hombros de sus devotos. Al trayecto, desde la salida del templo, hasta la vuelta en horas de la noche, se van sumando feligreses, quienes piden a la imagen los más disímiles deseos.
Como es costumbre, gracias al asueto por la fecha, familias enteras se suman a la elaboración desde la noche anterior de coloridas alfombras para el trayecto de la procesión, verdaderas obras de arte, a pesar de su efímera duración.
Un momento importante ocurre en la Catedral Metropolitana, donde se realiza una misa en su nombre y opera a cargo del reconocido tenor guatemalteco Mario Chang. La otra cara del 15 de agosto está en el área del Hipódromo del Norte, sitio en que con el tiempo la celebración religiosa se amplió a práctica social y económica.
Colorido y alegría definen bien a la Feria de Jocotenango, el lugar ideal para degustar las comidas típicas, incluso platillos que ya están a punto de desaparecer, disfrutar de juegos mecánicos y de azar, preferidos de los más jóvenes, y de paso comprar las características artesanías hechas a mano que distinguen a la tierra del Quetzal.
Es así que la avenida Simeón Cañas, en la zona 2, se convierte en un gran escenario de diversión al aire libre con más de 200 puestos de venta que retan el olfato y echan por tierra cualquier dieta.
Rosquillas, dulce de coco, canillitas de leche, bolitas de tamarindo, molletes y buñuelos nunca faltan.
Entre las invitaciones de las “Mamaítas”, que no se pueden rechazar, están los clásicos elotes (mazorca de maíz hervida) o los elotes «locos», los cuales incluyen una combinación de salsa de tomate, mayonesa, mostaza y queso seco, muy atractiva y sabrosa.
Imposible negarse a probar antojitos como un atol de elote (maíz), chuchitos (un tipo de tamal), tortillita con carne y guacamole (aguacate) o enchiladas, una tostada con picado de carne, encurtido, huevos, cebolla y queso.
Dentro de las atracciones, la más buscada por las familias es la lotería, en tanto los más pequeños y jóvenes hacen filas en los juegos mecánicos, muchos de ellos en funcionamiento gracias a la inventiva de sus dueños.
Entre los preferidos de los más pequeños están los carros locos, el gusanito y la temeraria rueda de Chicago, donde se puede disfrutar, si la fobia a las alturas no es un problema, de los mejores paisajes de la zona del Hipódromo.
Otro espectáculo imperdible es el tiro al blanco y si la suerte le acompaña escuchará su canción favorita, y de paso, se llevará un premio.
Según la municipalidad, cada año visitan la Feria más de 2,5 millones de personas entre nacionales y turistas; además, como encanto adicional conmemora el aniversario de fundación de la Ciudad de Guatemala.
En Jocotenango todos podrán disfrutar a sus anchas, pues lo mejor es el ambiente: reina la alegría y casi nadie piensa en el asalto o la violencia que diariamente los agobia gracias a un amplio dispositivo de seguridad.
El largo recorrido culmina a las puertas del Mapa de Relieve de Guatemala, un modelo a escala del país, con el fin de propiciar un paseo por esta joya de la ingeniería y el arte.
ALGO DE HISTORIA
Desde su nacimiento en 1550, en una comunidad indígena, hasta su traslado de La Antigua Guatemala -entonces capital del reino- hacia el nuevo asentamiento en el Valle de la Ermita o de las Vacas, la festividad es considerada una de las más solemnes de la iglesia católica.
Según historiadores, con el cambio de lugar como consecuencia de los terremotos de Santa Marta, los pobladores trajeron consigo sus tradiciones, costumbres y fervor. Es así que también se estableció la Plaza de Jocotenango, ubicada en la parte norte de la ciudad.
La Nueva Guatemala de la Asunción, detalla el cronista de la ciudad Miguel Álvarez, es el nombre que le dio el rey Carlos III, y así se le conoce desde enero de 1776. El monarca combinó el nombre histórico de la ciudad agregándole la palabra nueva, para distinguirla, añadiendo el apelativo religioso de la Asunción por el lugar donde se asentó la capital, y nombró a esa Virgen como patrona del lugar.
Álvarez aclara que existe una confusión al creer que el nombre de la urbe referente a la Virgen provino de la población de Jocotenango, de Antigua Guatemala, pero este procede del asentamiento provisional que surgió en la ermita correspondiente a lo que ahora es Candelaria y la Parroquia Vieja.
Esa parte del pueblo estaba dedicada a la Asunción y se tenía una imagen de esta. De allí tomó el nombre religioso el rey y cuando ocurrió el traslado de los pueblos aledaños de la anterior ciudad a la actual, Jocotenango fue ubicado al norte.
Abarcaba la Calle Real, hoy Sexta avenida, y el parque del mismo nombre, donde estaba la Plaza del Pueblo, e iniciaba en la primera calle hasta la hoy calle Martí, y bajaba de la primera a la novena avenidas. Incluía el actual Anillo Periférico y la avenida Simeón Cañas. Había una ceiba y una fuente, describe Álvarez.
Unida a la figura de la Virgen está la feria en su honor y los especialistas coinciden en que el 15 de agosto de 1620 tuvo lugar por vez primera. Reseñas de la época la pintan como el espectáculo más animado y pintoresco de la ciudad, al punto de ser la principal actividad comercial del reino.
El festejo llamó la atención del Héroe Nacional cubano José Martí, quien pese a su corta estancia en Guatemala (26 de marzo de 1877 al 27 de julio de 1878) la describió así: “Lucen las señoras, estos días, sus más hermosos trajes; luce el padre a la hija, el esposo a la esposa. Adorna el jinete su tordillo fiero y le cuelga al cuello el rosario de la fiesta”.
Álvarez coincide en señalar la Feria como el acontecimiento social más importante del siglo XIX.
El expresidente José María Reyna Barrios (1892-1898) trató de mantener el auge, mejoró el paseo, al que se le conoce como Simeón Cañas, e incrementó las carreras hípicas.
Durante el gobierno de Lázaro Chacón, la feria se hizo más conocida a nivel nacional. El 10 de julio de 1928 se fijaron los días de celebración el 13, 14 y 15 de agosto y se creó un comité para organizarla.
El expresidente Jorge Ubico (1931-1944) transfirió la celebración a La Aurora; se realizaba en noviembre, ya que agosto es época de lluvia. Cuando fue derrocado, regresó a su lugar y a la fecha de costumbre.
La evolución cultural propicia la pérdida de algunos elementos característicos de esa tradición, ya no llegan artesanos de diferentes partes del país, y bailes y funciones hípicas desaparecieron. Sin embargo, sigue siendo la fiesta para celebrar a la patrona de la ciudad y derrochar alegría.
arb/mmc