Esta profesión basada en el arte de incrustación de la madera con conchas marinas, se considera una de las más antiguas de las que Damasco fue y sigue siendo famosa.
La historia de esa artesanía se remonta a más de 700 años. Nació y floreció en Damasco debido a su proximidad a Ghouta y sus huertos ricos en varios tipos de madera, la materia principal en la que depende esa industria.
A pesar de la posibilidad de introducir tecnologías digitales y programas de diseño modernos, esta profesión se mantiene manual en un 90 por ciento.
El nogal, el olivo, el albaricoque, entre otros, es la madera que el artesano incrusta y transforma en formas artísticas y geométricas como el triángulo, el cuadrado, el octágono y el hexágono.
Pone todo su talento y habilidad en la obra que termina con formas geométricas complejas y de suma belleza que reflejan la paciencia, precisión, destreza, amor, maestría y dedicación del artista.
‘Esta profesión se mantiene viva porque se transmite de una generación a otra’, reafirmó a Prensa Latina, Mohamed Al-Ouf, quien heredó el amor a este oficio gracias a su padre Ayman, apodado como el Rey de Mosaico y quien, a pesar de desplazarse por la guerra, se mantuvo apegado al mosaico hasta el último día de su vida.
El mérito de desarrollar este arte se atribuye a Gregorio Bitar, quien en el siglo XIX innovó nuevos métodos y formas de incrustación de madera y creó un centro de mosaico del que cientos de artesanos aprendieron y se graduaron. En este siglo, el número de personas que trabajaban en esta profesión superó el mil.
Con el tiempo, el mosaico se desarrolló en forma y colorido, y ya no se limita a producir piezas pequeñas, sino que fue llevado a muebles, mesas, sillas, butacas y salas de recepción. Esa belleza se observa en su máxima expresión en el Palacio Azem y la Casa Nizam, dos de los lugares mejores decoradas con este tipo de arte.
La guerra que estalló en 2011 afectó esa industria que dependía principalmente del turismo, e incluso muchos talleres fueron destruidos mientras que cientos de artesanos tuvieron que desplazarse y salir a países como Jordania, Egipto y Líbano, llevando consigo esta cultura identitaria ancestral.
Con la mejora de la situación de seguridad en el país a partir del 2015, esa artesanía ha vuelto a recuperar algo de esplendor, demostrando que no puede desaparecer porque lleva el nombre de Damasco.
El mosaico damasceno sigue siendo el embajador de Siria en todos los países del mundo y decora tanto los palacios de los sultanes y reyes como los hogares de la gente común.
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